Aunque ya llevaba tiempo rumiando la idea de este artículo, esto es, de hablar de los hijos, sin quererlo ni beberlo esta semana un pintor me lo ha puesto en bandeja. Un pintor de puertas de garaje, concretamente.
Todo empezó el lunes de esta misma semana. En nuestra urbanización no hay plazas de aparcamiento, sino garajes individuales. Mis vecinos están pintando las puertas de sus garajes (lo digo en plural porque tienen nada menos que tres) que están a un lado y a otro de nuestro garaje. Y de este modo he tenido que encontrarme con el susodicho pintor cuatro veces al día: por la mañana llegaba con mis dos hijas, las cargaba en el coche, dejaba a una de ellas en la guarde y volvía de nuevo a casa con la más pequeña, la montaba en el carrito y ciao ciao. A las 15:30, de nuevo más de lo mismo: aparecía con la más pequeña, la cargaba en el coche, íbamos a buscar a la grande y volvía de nuevo a mi garaje, esta vez con las dos. Aparcábamos y al parque. Al tercer día —esto es, ayer— que me ha visto hacer lo mismo, me ha soltado:
— Madre mía, ¿así que eres madre a jornada completa, eh?
Ya ese madre mía no hacía presagiar nada bueno… Y yo no he podido evitar responder con una sonrisa:
— Sí, y la verdad que me encanta. ¡Lo hago con muchísimo gusto!
Y de repente se acaba la conversación. Por algún motivo, el hombre no ha sabido que responderme detrás de su discreta ironía.
¿Y por qué alguien no respondería a una frase así? ¿Qué pasa para que, ante la afirmación de que a una le encanta ser madre, uno no sepa qué responder? ¿Tanto choca?
Y la respuesta es que sí. Que choca, y mucho.
Y es que al mundo de hoy no le gustan mucho los niños. Le gustan las fotos de tiernos bebés hechas por Anne Geddes y se conmueven ante las historias de niños que superan adversidades. Pero siempre y cuando no sean los suyos propios. Es verdad que a veces son incómodos, molestan, son difíciles, nos quitan el sueño, ensucian todo, nos impiden hacer muchísimas cosas con rapidez, o a veces poderlas hacer directamente. Los niños representan el fin de nuestros sueños, de nuestra libertad, de la independencia que nos da nuestro dinero. ¿No es así? Eso nos cuentan en los medios de comunicación. Pero también los padres.
Y es que cuando son nuestros propios hijos de lo que toca hablar, hay que hacerlo quejándose. Con cierta ironía, eso sí, para que quede claro también que los queremos mucho. Pero hay que lamentarse. Sé perfectamente qué respuesta tenía que haber dado para poder continuar la conversación: «Sí, lo sé, ¡es agotador! Me tienen exhausta estas dos fierecillas —nótese aquí la ironía necesaria de la que hablaba—, pero qué le vamos a hacer, ¡habrá que ir al parque a que se desfoguen un poco!».
¿Podría servir, verdad? Estoy convencida de que sí. Pero elegí no hacerlo, elegí no hablar mal de mis propias hijas. Y no sólo porque estaban delante (¿qué dirían si nos entendieran?), si no porque, aunque la experiencia de la maternidad se compone ciertamente de cosas negativas, son superadas ampliamente por las positivas. Y preferí resaltar esas, las que me hacen estar encantada de ser madre a jornada completa.
Por no hablar del hábito también cultural de desmoralizar a los padres que van a tener el segundo hijo. ¿Os suenan estas frases?
«Ya verás, ya… Se os acabó la tranquilidad».
«Cuando no es uno, es el otro».
«No te van a dejar ni respirar, te lo advierto».
¿De verdad no nos gusta ser padres o es que son conversaciones sociales obligadas? Que alguien me lo explique.
Repito: no niego que los niños cansan muchísimo y hacen sufrir (empezando por el parto…). Pero precisamente por eso son el mejor remedio que existe para acabar con nuestro egoísmo, con nuestro yocentrismo, con nuestra paranoia del merecido auto-bienestar. Bien mirado, son un eficaz instrumento para progresar en la virtud, ¿no creéis?
¿Qué pasaría si en lugar de desanimar a la próxima pareja que nos cuenta que va a tener su primer hijo, o el segundo, o el tercero, le dijéramos que se van a multiplicar las risas en casa, los buenos momentos y el amor en el corazón? Os propongo dejar de hablar mal de los niños, de nuestros hijos. Al fin y al cabo, los necesitamos para crecer y madurar. El mundo los necesita. ¡Vivan los niños!
13 comments
Siempre tan aguda. Parecen comentarios intranscendentes pero nos inoculan el veneno de que los hijos nos estropean la vida, y no se tienen, y nunca sabrán lo que se pierden…
No te falta razón. Parecen intrascendentes pero son veneno puro. Un abrazo!
Si es que mi amiga es una crack!!!
Gracias Martiii 🙂
Me lees el pensamiento!? Realmente es así, hay veces que solo sonrío y caigo en el juego con algún gesto, pero en otros casos hago lo mismo que tú y eso ya no gusta, al menos tu vecino no ha dicho más, me he encontrado con gente tan imprudente que se convierte en asesor familiar, que la paternidad responsable, que Dios dice en la Biblia que no hay que tener muchos hijos (me dio lástima escuchar y saber que mucha gente que piensa así). Da gusto saber que habemos madres que disfrutamos el Don de serlo.
Claro que sí, somos muchas las que disfrutamos de este inmerecido don. ¡No podemos callarnos!
«Choca» hablar de maternidad porque lo que queda bien es hablar de tu proyeccion profesional y de lo bien que te va la vida… Es como que no esta de moda… Pero si esta de moda… Hay maravillosas familias que conozco antes en Madrid ahora en Barcelona que adoran a sus hijos y SI a veces acaban cansados, porque EDUCAR CANSA!
¡Ojo! Y respeto que una persona escoja una u otra opcion.
Pero lo que tiene que quedar claro es que no siempre somos las madres de Instagram que salimos pluscuamperfectas en las fotos, o que – como bien dices- tenemos bebes a lo Anne Geddes (que seran muy monos, por cierto, pero nada que ver con la realidad).
¿Madres a tiempo completo? ¿Es que acaso hay madres a tiempo parcial?
Se es madre, se quiera o no se quiera, desde el mismisimo momento de la concepcion. ¡Asi de fuerte! y ¡Asi de grande!
Y en ese tiempo completo puede ocurrir de todo y mas cuando se trata de niños pequeños: llantos, rabietas, risas, juegos…
Las familias no somos pluscuamperfectas como las que salen en algunos perfiles de Instagram o Pinterest. Eso no es la realidad.
Totalmente de acuerdo en todo: no somos perfectas, la maternidad cansa, y no se es madre a tiempo parcial. ¡Se es para siempre! Somos afortunadas!
¡Qué potencia tienen esos comentarios cotidianos que nacen del inconsciente y van creando contravalores que hacemos nuestros de manera también inconsciente!
¡Vivan los niños!
En la misma línea del comentario que ha hecho Merce arriba. Son veneno que nos perjudica a TODOS. ¡Y que vivan los niños, sí señor!
Hola Sara,
A mí también me parece muy tóxica la gente que SÓLO habla mal de sus hijos. Es para decirles «joé, ¿algo bueno tendrán no?» 😉 Pero tampoco estoy deacuerdo con ponerse en el otro extremo. He visto a varias madres, sobre todo las recientes, que después de contarme lo cansadas que están por la cantidad de días que llevan sin dormir me añaden siempre «pero estoy muy feliz ¿eh?», cosa que yo en ningún momento había dudado, pero parece que se sienten culpables por haber emitido una queja sobre sus hijos, cuando las pobres sólo han dicho una verdad. Por eso creo que lo mejor es el término medio: hablar bien de ellos, pero si es necesario desahogarse un poco en los malos momentos ¡hacerlo sin miedo! Vamos, que no creo que hubiera cambiado nada si en lo que le dijiste al pintor hubieras añadido un «aunque hay veces que….» 😉 ¡Un abrazo!
Hola Natalia. Por supuesto que hay que desahogarse: la maternidad es muy pero que muy cansada. Pero para eso están las amigas… No los vecinos 🙂
Me ha gustado mucho tu artículo.
Soy madre de dos hijos con 16 meses de diferencia, siendo la menor de dos meses, y los pensamientos con los que tengo que luchar constantemente son «nunca voy a volver a ser feliz» y «esto de tener hijos no tiene sentido».
Descubre una hasta qué punto es una inmadura que sólo quiere vivir para sí misma, su poca paciencia, y la poca disponibilidad que tiene a morir por los demás.
A mí , mis hijos me están haciendo una persona nueva, son el mejor regalo para mi egoísmo.
Me animas a dejar de quejarme, y a dar gracias.