Cinco minutos más de cuento

Martes por la noche, antes de ir a dormir. Estaba contándole un cuento a mi hija de tres años. Llegamos a unas páginas repletas de hadas, y mi pequeña, inocente ella, me preguntó: “Mamá, ¿cómo se llama esta hada?”. “Rosa”, contesté yo. “¿Y esta, mamá?”, continuó. “Violeta”. “¿Y esta otra?”… Suspiré. Sabía que no iba a terminar de preguntar hasta llegar a la última de las veinte hadas que aparecían en aquella doble página infinita. Era tarde, era hora de irse a dormir; de hecho, ya deberíamos estar rezando. Yo estaba agotada, no veía el momento de tenerlos a todos acostados y descansar un rato en el sofá. Aunque, en realidad, todavía quedaba por recoger la cocina, doblar la ropa, dar la última toma a los bebés que se empezaban a inquietar… “¡Mamáaaaaaa! ¿que cómo se llama esta hada?”.

Volví a suspirar. Ya tendrían que estar todos en la cama, me repetía una y otra vez. Me estaba impacientando. Me dispuse a cortar ahí mismo la interminable y absurda enumeración de nombres inventados de hadas, cuando un pensamiento me vino a la cabeza: “Pero yo, en realidad, ¿por qué tengo tanta prisa?”

Suspiré por tercera vez. Dejé de repasar mentalmente todos los tendría que y los debería. Me relajé. Decidí no pensar en el tiempo que me estaba quitando y elegí entregárselo, libre y voluntariamente. No había nada más importante que estar con ella en ese preciso momento. Entonces sí, empecé a disfrutar de mi tercera, mi niña sándwich… de nuestro ratito juntas.

La eternidad entera metida en esos cinco minutos más de cuento. 

 

Las páginas de la discordia… desgastaditas están ya. Más cursi y pastel no puede ser el cuento

 

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7 comments

  1. Me ha gustado mucho tu articulo, y me ha recordado lo que siempre me dice mi padre cuando me vea agobia con las tareas del dia a dia, «hija disfruta de tus hijos y de tu marido». Gracias

  2. Hola Isis!!
    Me habló Jaime de vuestro blog, es estupendo.
    Yo tambien me siento así en muchas ocasiones.. Gracias por la reflexion
    Un abrazo
    Elena

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