Pensamientos en voz alta de una ama de casa del siglo XXI

Empieza el curso para él, para los niños ¿Para mí? Para mí hace 9 años ya que el curso no empieza, ni acaba. Algunos se limitan a decir subliminalmente que «no trabajo» o que si no soy «madre trabajadora», en consecuencia debo ser «madre no-trabajadora». Sólo pensarlo me entra la risa, debe ser que vivo en unas vacaciones perpetuas: sin jefe, sin horarios… Sí, sin altas ni bajas, sin subidas ni bajadas, el estado «ideal». En esa especie de limbo social todavía quedamos algunas madres que hemos decidido y elegido libremente dedicarnos 24 horas a nuestros hijos, lo que nos ha supuesto renunciar a corto o a largo plazo a tener un trabajo fuera de casa, a mejorar el curriculum, a ganar algo más de dinero, a tener ratos para estar mentalmente «sola».

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Propósitos de Año Nuevo: Una idea práctica

objetivos de año nuevo

Que soy una mujer amante de los propósitos de año nuevo es algo ya conocido en este blog. Cada nuevo año me tomo el mes de enero de reflexión para buscar la perspectiva necesaria que, muchas veces a causa de la frenética vida que supone ser madre de familia numerosa, voy perdiendo a lo largo de los meses. Sé que llego un poco tarde porque estamos ya  «casi» terminando febrero. Por suerte sé que sabréis perdonarme, no me da la vida para más. Pero tampoco quería dejar pasar mucho más tiempo, porque el tema perdía su interés.

Todo empezó con un propósito de año nuevo muy concreto que, ya que estamos, también lanzo aquí. Dándole vueltas al uso del móvil y de algunas aplicaciones (si todavía no habéis leído mi post sobre las razones para dejar Instagram, aquí os lo dejo) me pareció el momento de dar un paso más allá en la necesaria desconexión tecnológica que hoy más que nunca creo que necesitamos todos. Desconectar de las pantallas para conectar con la familia, para vivir en presente y estar presente. No sólo estar físicamente, sino con la mente y el corazón en cada cosa que se hace y con cada persona que se está. Pues bien, mi marido recibió el día de Reyes un paquete y una carta con una propuesta. En el paquete, un reloj despertador. Me parece casi poéticamente vintage. Mi último reloj despertador creo que lo utilicé hace quince años, y mi marido más o menos lo mismo. Desde hace ya mucho tiempo el móvil funciona de despertador y se queda toda la noche en la mesilla del propietario. Pues bien, pensé que hacer de nuestro dormitorio una zona libre de móviles era una idea que podía funcionar. Se lo expliqué todo en la carta y aceptó entusiasmado. Los móviles se quedan cargando en el salón por la noche y el despertador se programa a la vieja usanza.

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«Antes de morir, mi hijo me señalaba el Cielo con el dedo»

Un día Santi empezó a vomitar y a tener fiebre alta. Sus padres, Santiago Cañizares y Mayte García, acudieron a urgencias del hospital. Pensaron que sería cualquier virus o enfermedad común. Pero no fue así. Su pequeño de 3 años tenía un meduloblastoma, un cáncer infantil muy grave localizado en el cerebelo, del que -según les dijeron- pocos niños sobreviven. La vida del pequeño Santi se quedó colgando de un hilo cuando, días después, empezó a convulsionar y entró en coma. Le siguieron dos infartos cerebrales. Santi, sin embargo, sobrevivió a aquellos episodios dramáticos. Todavía tenía una gran misión por cumplir, para la que necesitaría 15 preciosos meses.

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La sociedad de los hijos congelados

“El embrión está claro que es vida, pero que sea humana, no lo sé”, me decía una persona. Y este breve comentario, casi al azar, me obligó a pensar… y mucho.

Cientos de parejas acuden a la reproducción asistida deseosas de realizar su sueño de ser padres. Se les dice que cuantos más embriones se obtengan mejor, para que al menos uno de ellos termine en embarazo. ¿Alguien se para a pensar qué pasa con los “sobrantes”? Todo empieza cuando nos permitimos hablar de ellos con ligereza. Hasta tal punto nos hemos anestesiado que no somos conscientes de que esos embriones son hijos de alguien, son sin duda vidas humanas (pero no debemos decirlo muy alto para no hacer sentir mal a nadie). ¿Qué nos está pasando que, sin darnos cuenta, nos hemos acostumbrado a vivir en una sociedad de hijos a la carta?

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¿Qué te deparará la vida?

Dime, hijo mío: ¿Qué te deparará la vida? Me lo pregunto cuando te miro abandonado a mis brazos, mientras te alimentas de mí sin preocupación.

¿A qué se dedicarán tus manos, esas pequeñas y preciosas que hoy se aferran a mi camiseta para que no me separe de ti? Quizá se afanen en escribir palabras y medio juntar frases como intenta hacer tu madre. Quizá sanen heridas del cuerpo, o del alma. Quizá construyan, creen o diseñen. Quizá enseñen, muestren o acunen. Quizá cuenten, oren o incluso conversen. Quizá sostengan, acaricien y, ojalá, amen.

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Una persona puede cambiar tu vida para siempre

chiara corbella

Conocí la historia de Chiara Corbella en el 2014, gracias a mi amiga Sofía (un hurra por ti, ¡eternamente agradecida!) y desde entonces me acompaña siempre en el corazón porque nada ha sido igual. Han pasado ya cuatro años y sigo pensando lo mismo. O incluso más aún: que puede cambiar tu vida y también, quién sabe, ojalá tu (mi) muerte.

A grandes rasgos, ésta es la historia: Se casó con 25 años y un año después dio a luz a su primera hija, que nació con anencefalia y sobrevivió cuarenta minutos tras el parto. «El momento en el que he visto a mi hija ha sido un momento que no olvidaré jamás. Han sido unos minutos inolvidables. El día de su nacimiento podré recordarlo como uno de los días más bellos de mi vida», dijo Chiara al respecto. Como dice el libro, se habían preparado para lo peor, no para tanta belleza. Un año después, Chiara da a luz a Davide Giovanni, de nuevo con una enfermedad incompatible con la vida pero absolutamente diferente a la primera, y que de nuevo vive otros cuarenta minutos. Chiara decía: «No entiendo, pero lo acojo. Si Dios crea la vida para la eternidad, ¿cómo le voy a decir que no?». Sabían que Dios no les había decepcionado la primera vez, y se fiaron la segunda. Y de nuevo, vuelven a dar testimonio de que están contentos y agradecidos a Dios por la belleza de todo lo que han vivido. Meses después, Chiara se queda de nuevo embarazada. Esta vez todo procede normalmente, Francesco es un bebé sano que va adelante sin problemas. Sin embargo, en el quinto mes de gestación a Chiara le detectan un tumor en la lengua que poco a poco se va extendiendo a los demás órganos. Decide posponer el tratamiento hasta poder dar a luz sin riesgos para su hijo. Cuando llega el momento, el cáncer está ya muy avanzado y un año después muere.

Como decía, ésta es la historia, los hechos. Pero hay mucho más.

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«Lo vas a hacer bien»

La maternidad y la dulce espera. Foto de Ana Carro

Así me recibía un cartel publicitario de una conocida marca de pañales en la consulta de la matrona que llevó mi primer embarazo. Cada vez que pasaba por allí, mientras ella me revisaba y se quedaba ojiplatica perdida al ver mi incremento de peso, yo disimulaba y contemplaba aquella foto tan súper pinterest pensando: «Si lo dicen estos señores no pueden equivocarse, que de bebés y madres saben muchísimo». 

La experiencia me ha demostrado que tenían razón. Lo estoy haciendo bien. Al menos lo mejor que puedo. Y creo que se podría considerar que tanto yo como todas las madres lo hacemos, como norma general, bien.

Pero también la experiencia me ha demostrado que a aquella afirmación rotunda le faltaba un asterisco y la siguiente frase en letra pequeña: «Es cierto, lo vas a hacer bien. Pero es muy posible que en ningún momento estés absolutamente segura de esto. Así que mucho ánimo».

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El mayor ya lo sabe

El mayor ya lo sabe

No lo esperaba tan pronto. Confiaba en tener un añito más de inocencia intacta y más después de haber superado la prueba de este año con nota. Mi hijo mayor, de 9 años, había pasado unas Navidades estupendas y, por supuesto, tenía una ilusión enorme por que llegaran los Magos de Oriente. Hizo su carta con bastante antelación y se la entregó a Melchor justo en la víspera de la Epifanía en nuestra parroquia. Ningún comentario parecía cuestionar nada. Solo dijo: “Mamá, yo creo que los Reyes que vienen a la parroquia no son los de verdad”. Y ya.

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Todo lo que la maternidad me está quitando

Lo que la maternidad nos está quitando

Que no nos vamos a engañar. La maternidad no es un camino de rosas.

¿Lo primero? Seguro que estáis todas conmigo: EL SUEÑO. A decir verdad, me conformaría con un par de días seguidos en los que duerma seis horas de un tirón sin despertarme a dar biberones o agua. Sueño despierta con esas mañanas de fin de semana en las que no tenía que utilizar el despertador… Me levantaba fresca y como una rosa cuando me salía de la real gana. No sé cuántos años han pasado. Mejor no hago cuentas.

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Mi pequeño de seis

Ecografía del sexto de una familia numerosa

Mi querido pequeño, todavía no te conocemos y en casa ya se ha montado una gran fiesta con la noticia de tu llegada. Tus cinco hermanos andan revolucionados y no paran de pedir a Dios cada noche que salgas pronto para poder abrazarte, estrujarte y explorar cada diminuta parte de tu cuerpo. Ya les he explicado yo que necesitas todavía unos cuantos meses ahí dentro para terminar de crecer, pero no veo a algunos de ellos muy convencidos del asunto.

Desde que supieron que estabas en mi interior han informado puntualmente a cada vecino que se han topado en el ascensor, a la ancianita de la parada del autobús, al señor de la panadería e incluso a todos los bañistas –sin excepción– que encontraron este verano en la playa. Ya han planeado dónde dormirás, qué sitio ocuparás en nuestra furgoneta y han pensado en los nombres más bonitos y originales para ti. Debo decirte, mi pequeño hijo, que he conseguido disuadir a la mayor de las chicas de llamarte “Lacito”. Sé que me estarás eternamente agradecido.

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