Empieza el curso para él, para los niños ¿Para mí? Para mí hace 9 años ya que el curso no empieza, ni acaba. Algunos se limitan a decir subliminalmente que «no trabajo» o que si no soy «madre trabajadora», en consecuencia debo ser «madre no-trabajadora». Sólo pensarlo me entra la risa, debe ser que vivo en unas vacaciones perpetuas: sin jefe, sin horarios… Sí, sin altas ni bajas, sin subidas ni bajadas, el estado «ideal». En esa especie de limbo social todavía quedamos algunas madres que hemos decidido y elegido libremente dedicarnos 24 horas a nuestros hijos, lo que nos ha supuesto renunciar a corto o a largo plazo a tener un trabajo fuera de casa, a mejorar el curriculum, a ganar algo más de dinero, a tener ratos para estar mentalmente «sola».
Lo que necesitas para tener hijos
Hace unos años vi un reportaje sobre familias muy, muy numerosas. Las había de diversas nacionalidades, credos, estatus social, y ninguna de ellas bajaba de los 10 hijos. Me llamó mucho la atención una frase que dijo una de las madres mientras doblaba calcetines: “Si quieres tener muchos hijos debes ser muy paciente, si no lo eres es mejor que no los tengas” (no son palabras textuales, pero la idea era esta). Por entonces andaba yo embarazada de mi cuarto y quinto hijo, así que pensé: “Aviados estamos”.
Hola, tengo 4 hermanos…y tele.
Mis padres tenían tele y 5 hijos, o sea, eran el imán de un sin fin de comentarios que seguro que te suenan… ¡¡muchos de ellos los recojo en este vídeo!!
Un entrañable anecdotario para que, como siempre, nos echemos unas risas…
Lo que de verdad sostiene a una familia con 12 hijos
«No solo hay que ser buena sino que que hay que estar todo lo buena que puedas estar». ¡Ahí es nada! Con ustedes: Mar Dorrio, una mujer que desborda fortaleza, agudeza, sabiduría y buen humor. Casada con Javier desde hace 21 años y madre de 12 hijos en la tierra y otros cuatro en el Cielo, no tardó ni un minuto en aceptar esta entrevista. La primera de una serie de entrevistas a mujeres inspiradoras, que esperamos ir ofreciéndoos periódicamente.
Eficaz, atenta y extremadamente servicial, Mar es una de esas personas a las que conviene arrimarse, y es que es capaz de iluminar la experiencia de la vida familiar con total sencillez y acierto. Lo hace a través de su blog Why not twelve? y ahora también a través de un nuevo proyecto llamado «El café de los viernes» que ha abierto al mundo a través de su cuenta de Instagram. Sobre todo ello, y, por supuesto, sobre su vida familiar, quiero yo preguntarle a esta mujer que me duplica en número de hijos y de la que no hago más que aprender. ¿Qué es lo que de verdad sostiene a una familia con 12 hijos? Pasen y lean.
Hermanos
Que mis hijos sean seis hermanos es hoy una rara avis, y sobre ella he de admitir públicamente algunas cuestiones…
Es cierto que no frecuentan muchos cumpleaños, ni van de vacaciones al extranjero, ni cuentan con espacio propio en casa (a excepción de su cama)… Es cierto que estrenan poca ropa, que deben ponerse de acuerdo para ver una película apta para todos y que hay que apretarse para caber en la mesa de la cocina. Es cierto que deben esperar turno para jugar veinte minutos al iPad en el fin de semana y que incluso para contar cada uno sus batallas del colegio hay que organizarse y esperar que toque la vez.
Hacer extraordinario lo ordinario
Conversación normal en mi casa en un día en el que hemos invitado a un amigo de los niños a jugar:
– Éste es Juan. Juan, dile «hola» a mi amigo (y Juan, encantado, como siempre, saluda alegremente). Mira, ¿ves? Tiene las manos así como cerradas y no las puede abrir mucho. Pero ha mejorado un montón y ya hace muchas cosas. Casi todas. Y él solo.
Y con esta sencillez aplastante es como mis hijos resumen la patología de poca incidencia, catalogada dentro de las enfermedades raras, que padece nuestro quinto. Artrogriposis congénita distal. Lo escribo, y el Word de mi ordenador sigue señalando en rojo este nombre dichoso, como si no existiese. Debe ser que, debido a su poca incidencia, esta patología aún no es muy conocida. Y parece que lo poco conocido no es digno de normalizarse, ¿puede ser?
El mayor ya lo sabe
No lo esperaba tan pronto. Confiaba en tener un añito más de inocencia intacta y más después de haber superado la prueba de este año con nota. Mi hijo mayor, de 9 años, había pasado unas Navidades estupendas y, por supuesto, tenía una ilusión enorme por que llegaran los Magos de Oriente. Hizo su carta con bastante antelación y se la entregó a Melchor justo en la víspera de la Epifanía en nuestra parroquia. Ningún comentario parecía cuestionar nada. Solo dijo: “Mamá, yo creo que los Reyes que vienen a la parroquia no son los de verdad”. Y ya.
Mi pequeño de seis
Mi querido pequeño, todavía no te conocemos y en casa ya se ha montado una gran fiesta con la noticia de tu llegada. Tus cinco hermanos andan revolucionados y no paran de pedir a Dios cada noche que salgas pronto para poder abrazarte, estrujarte y explorar cada diminuta parte de tu cuerpo. Ya les he explicado yo que necesitas todavía unos cuantos meses ahí dentro para terminar de crecer, pero no veo a algunos de ellos muy convencidos del asunto.
Desde que supieron que estabas en mi interior han informado puntualmente a cada vecino que se han topado en el ascensor, a la ancianita de la parada del autobús, al señor de la panadería e incluso a todos los bañistas –sin excepción– que encontraron este verano en la playa. Ya han planeado dónde dormirás, qué sitio ocuparás en nuestra furgoneta y han pensado en los nombres más bonitos y originales para ti. Debo decirte, mi pequeño hijo, que he conseguido disuadir a la mayor de las chicas de llamarte “Lacito”. Sé que me estarás eternamente agradecido.
Tres tentaciones del ama de casa (inexperta)
Y lo de ama de casa “inexperta” lo digo por mí. Empecé a trabajar de lo mío antes de terminar la carrera y desde entonces solo he tenido la interrupción de mis permisos por maternidad. Así que lo de empezar a dedicarme de forma casi exclusiva a la vida doméstica y familiar ha sido un reto importante para mí. Pensaba que esto era bastante sencillo, que me iba a sobrar el tiempo para tener la casa en orden, que podría cocinar más y mejor, que no me iban a faltar momentos para atender a mi familia, que tendría tiempo para leer, para hacer más colaboraciones en medios, y no sé cuántas cosas más… Creo que se me olvidaba que tengo cinco criaturas y que soy algo insensata.
Mi casa tendría que ser más grande
“Mi casa tendría que ser más grande”, me digo una y otra vez mientras buceo por enésima vez en Idealista para encontrar el hogar de mis sueños… Si así fuera -me repito y me convenzo- la vida familiar sería más fácil y mucho más relajada. Sin duda, sería más feliz. En una casa más grande no tendría que hacer tetris con las tronas de los bebés cada vez que quiero abrir el lavavajillas e incluso cabría una persona de pie en el cuarto de los chicos cuando las literas abatibles están abiertas. Dicen que el roce hace el cariño, pero tengo comprobado que intentar cocinar mientras esquivo de puntillas a los bebés que gatean por el suelo o mientras pido a propios y extraños que se aparten otra vez para abrir el cajón de las ollas hace de todo menos sacar el cariño que llevo dentro.