El tiempo bajo las estrellas

Estrellas vistas con live composite de Olympus

Cuando era niña, una de las cosas más fascinantes de venir al pueblo era ver ese manto de estrellas infinito, imposible de apreciar en la ciudad. Pareciera que en cualquier momento se iba a descolgar para dejarnos sepultados debajo. La inmensidad del firmamento me obsesionaba y muchas noches, antes de dormirme, cerraba los ojos en la cama y me imaginaba por ahí perdida en el espacio, pequeña e insignificante, en medio de planetas, constelaciones, cometas… En medio de tanta magnitud.

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El inesperado pan debajo del brazo que me trajo mi tercer hijo

He dudado mucho si escribir este artículo o no. Por un lado, no quería hacerlo demasiado personal porque no creo que mi vida interese mucho a nadie. Por otro lado, haciéndolo generalista corría el riesgo de aparentar que sé del tema y puedo dar consejos, cuando nada más lejos de la realidad. Soy perfectamente consciente de que lo mío no es nada comparado con lo que viven otras personas. Me siento novata en esto de la salud precaria. Pero aún así todo lo que he vivido y estoy viviendo creo que tiene un valor que podría resultar útil a alguien. Puede que me equivoque. En el peor de los casos me servirá para poner en orden mis ideas. Allá va.

Sin entrar en muchos detalles, a unos últimos meses de embarazo difíciles con situaciones familiares complicadas y agotantes, hubo que sumar que una semana tras el parto tuve un cólico renal. Desde entonces pruebas de hospital, una operación, y semana a semana pérdida de calidad de vida hasta llegar al día de hoy. Llevo ya tres semanas sin salir de casa porque mi salud no lo permite. Nos ayudan señoras de la limpieza, familiares y amigos a sostener el barco familiar. Mi marido se divide todo lo que puede para hacer la compra, atender a los niños y dejarme descansar por la noche (¡Gracias cariño!). En pocos días me vuelven a operar.  Puede que sea la luz al final del túnel que estamos esperando, o puede que no. Y todo esto lo he contado para poner en antecedentes, no es mi intención suscitar compasión, de verdad que no.

Ahora voy al meollo de la cuestión. ¿Qué se puede aprender de todo esto? ¿Qué me está enseñando la enfermedad?

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Cuando los métodos naturales fallan

Quien tiene hijos pequeños sabe que son siempre directos en sus preguntas y originales en sus respuestas. Mamá, ¿de dónde vienen los niños? Cuando trataba de explicárselo a mi hija de seis años (¿ya a estas edades lo preguntan?), me cortó impaciente. Al no encontrar ningún sentido a lo que yo le trataba de explicar, su solución fue que por qué no me tragaba directamente la semilla y así todo resultaba más fácil. Os podéis imaginar la cara que se me quedó.

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La sociedad de los hijos congelados

“El embrión está claro que es vida, pero que sea humana, no lo sé”, me decía una persona. Y este breve comentario, casi al azar, me obligó a pensar… y mucho.

Cientos de parejas acuden a la reproducción asistida deseosas de realizar su sueño de ser padres. Se les dice que cuantos más embriones se obtengan mejor, para que al menos uno de ellos termine en embarazo. ¿Alguien se para a pensar qué pasa con los “sobrantes”? Todo empieza cuando nos permitimos hablar de ellos con ligereza. Hasta tal punto nos hemos anestesiado que no somos conscientes de que esos embriones son hijos de alguien, son sin duda vidas humanas (pero no debemos decirlo muy alto para no hacer sentir mal a nadie). ¿Qué nos está pasando que, sin darnos cuenta, nos hemos acostumbrado a vivir en una sociedad de hijos a la carta?

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«Lo vas a hacer bien»

La maternidad y la dulce espera. Foto de Ana Carro

Así me recibía un cartel publicitario de una conocida marca de pañales en la consulta de la matrona que llevó mi primer embarazo. Cada vez que pasaba por allí, mientras ella me revisaba y se quedaba ojiplatica perdida al ver mi incremento de peso, yo disimulaba y contemplaba aquella foto tan súper pinterest pensando: «Si lo dicen estos señores no pueden equivocarse, que de bebés y madres saben muchísimo». 

La experiencia me ha demostrado que tenían razón. Lo estoy haciendo bien. Al menos lo mejor que puedo. Y creo que se podría considerar que tanto yo como todas las madres lo hacemos, como norma general, bien.

Pero también la experiencia me ha demostrado que a aquella afirmación rotunda le faltaba un asterisco y la siguiente frase en letra pequeña: «Es cierto, lo vas a hacer bien. Pero es muy posible que en ningún momento estés absolutamente segura de esto. Así que mucho ánimo».

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Mi pequeño de seis

Ecografía del sexto de una familia numerosa

Mi querido pequeño, todavía no te conocemos y en casa ya se ha montado una gran fiesta con la noticia de tu llegada. Tus cinco hermanos andan revolucionados y no paran de pedir a Dios cada noche que salgas pronto para poder abrazarte, estrujarte y explorar cada diminuta parte de tu cuerpo. Ya les he explicado yo que necesitas todavía unos cuantos meses ahí dentro para terminar de crecer, pero no veo a algunos de ellos muy convencidos del asunto.

Desde que supieron que estabas en mi interior han informado puntualmente a cada vecino que se han topado en el ascensor, a la ancianita de la parada del autobús, al señor de la panadería e incluso a todos los bañistas –sin excepción– que encontraron este verano en la playa. Ya han planeado dónde dormirás, qué sitio ocuparás en nuestra furgoneta y han pensado en los nombres más bonitos y originales para ti. Debo decirte, mi pequeño hijo, que he conseguido disuadir a la mayor de las chicas de llamarte “Lacito”. Sé que me estarás eternamente agradecido.

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Primeriza pringada

¡Hay que ver lo que en un año puede cambiarte la vida! Si, como yo, eres una recién estrenada mamá, no te pierdas este vídeo. No te va a servir para nada más que para echarte unas risas… Sí, porque quien se ríe de sí mismo, ¡tiene risas para rato!