¿Qué será de nuestras redes sociales cuando hayamos muerto?

Esta mañana Twitter me esperaba con sobresalto. Entre mis notificaciones, había una que mencionaba a un amigo. Me decía que él me seguía y me proponía que lo siguiera yo también. El dato no tendría mayor relevancia si no fuera porque mi amigo murió hace ya algún tiempo.

Al leer su nombre me he quedado paralizada. En una milésima de segundo mi mente intentó explicarme ese extraño mensaje de mil maneras distintas. ¿Que me sigue quién? ¿Será otra persona que se llama igual? ¿Alguien ha usurpado su cuenta? He entrado en ella y, efectivamente, allí estaba su foto de perfil inconfundible. Era el sistema automático de Twitter que hace sus sugerencias de amistad. Sin más.

Enseguida he recordado la cuenta de Instagram de una mujer a la que seguía hace ya algún tiempo. No la conocía personalmente, pero me parecía una persona divertida e interesante. Tenía muchos seguidores y era muy activa en esta red social. Pero llegó un día en el que ya no publicó nada más. No hubo ninguna despedida. Simplemente su cuenta se paró un día de septiembre de 2017.

Hoy he vuelto a entrar. Y ahí sigue, intacta. En los comentarios de su última foto, hay personas que preguntan por ella y su familia: “¿Va todo bien?”, “Me extraña no tener noticias tuyas por aquí…”… No hay respuesta a ninguno de estos comentarios. He intentado entrar en el link de su blog y ya no está operativo. No he encontrado ningún rastro más sobre ella. Y debo confesar que esto me ha dejado un poso amargo.

Me pregunto cuántas cuentas de redes sociales habrá con nombre y sin dueño. No deja de ser inquietante recibir sugerencias de amistad de personas que, por motivos obvios, ya no controlan esas cuentas. De repente es un tema que me ha empezado a rondar la cabeza. Ya me parece bastante difícil discernir qué compartir en estas redes o qué cosas podrían afectar a nuestro futuro o al de nuestros hijos, como para pensar además que todo aquello puede quedar permanentemente sumergido en el océano de internet una vez que yo ya no esté aquí para eliminarlo.

Es cierto que las redes sociales recogen hoy en día la forma de cerrar la cuenta de una persona difunta o incluso de crear una conmemorativa en su nombre (información de cómo hacerlo en Facebook, en Twitter o en Instagram). Pero alguien tiene que hacerlo. Y la verdad es que, por desconocimiento u olvido, muchas veces este legado digital queda ahí para siempre. 

¿Qué será de nuestras redes sociales cuando hayamos muerto? 

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