Menos corresponsabilidad y más entrega

De un tiempo a esta parte escucho mucho hablar de «corresponsabilidad en el hogar» en el sentido de «reparto equitativo de tareas» entre hombre y mujer. A priori puede parecer una reclamación noble y necesaria, pero a mí me parece francamente insuficiente.

No niego que puede ser práctico repartir tareas por logística familiar, pero no comparto en absoluto que la razón de fondo deba ser una cuestión de igualdad entre los sexos. Para mí no hay otro motivo que sostenga la gestión del hogar que el amor al otro y la entrega mutua. Sí, sé que puedo parecer un poco exagerada, pero es que no somos una empresa. Y si el amor conyugal está en el corazón de la vida familiar, también lo está en las tareas domésticas.

Cuando recibo a mi marido con la comida preparada en la mesa no es porque me toque hacerlo, sino que me gustaría pensar que lo hago porque le quiero. Cuando me paso el día recogiendo todo lo que mis hijos van tirando por la casa no es porque me toque hacerlo, sino que quisiera creer que mi razón de peso es porque les quiero. Cuando mi marido se levanta cuatrocientas veces por la noche para atender a los bebés –y los que no son tan bebés– no es porque lo hayamos pactado, sino que yo siento que es simplemente porque me quiere y busca mi descanso.

En nuestra vida familiar ha habido de todo. En estos casi diez años de matrimonio hemos tenido momentos en los que yo he dado más, otros en los que ha sido él el que ha puesto toda la carne en el asador y otros muchos en los que ambos andábamos desbordados. Ha habido embarazos difíciles en los que yo no era capaz de asumir ni la cuarta parte de las tareas, y también ha habido momentos en los que por razones diversas yo he tenido que estar al cien por cien y darle una tregua a él. No contamos las veces, no sabemos quién da más o da menos. Tampoco nos interesa, aunque a veces nos salga la vena justiciera. Cada uno da todo lo que puede en cada momento, y, ¡ojo!, a veces lo que uno puede dar es poco, muy poco. No ya solo por razones externas (de tiempo, trabajo, salud, etc.) sino por propia debilidad personal. Contamos con la fragilidad del otro, porque no somos máquinas ni mucho menos, perfectos.

Yo no pretendo educar a mis hijos para el reparto equitativo de tareas, sino que deseo educarles –no sé si lo conseguiré– para la entrega, para la donación de sí mismos, para el servicio por amor a su familia, a su marido, a su mujer, a sus amigos… sin cuotas ni condiciones. Y eso lo aprenden como por ósmosis en casa. Lo maman cuando ven que su padre está exhausto y aún así, y sin apenas probar bocado, se levanta diez veces de la mesa para servir el segundo plato, para limpiar el agua que se ha derramado por tercera vez, para poner un poco más de pasta al mediano, o para llevarse a dormir al bebé que no para de llorar…

Uno de los recuerdos más vivos que tiene mi marido de su propio padre es cómo este actuaba cuando, a veces, llegaba tarde a casa, después de una dura jornada de trabajo. En casa, su mujer iba repartiendo cenas a los hijos, después de haber estado todo el día lidiando con las cosas cotidianas del hogar: la limpieza, las idas y venidas de los pequeños para comer en casa, la compra, los deberes escolares, las visitas al médico… “Siéntate –le decía él, tras regalarle un beso, al entrar por la puerta de la cocina–, hoy ya has trabajado bastante”. Y sin apenas quitarse el abrigo, se ponía a servir a su numerosa familia.

Seguramente mi suegro no entraría hoy en los cánones de lo políticamente correcto en lo que a reparto de tareas se refiere. Pero amaba profundamente. Por eso, pienso que no es cuestión de quién hace más o quién hace menos, de contabilizar tareas o de compensar unos quehaceres con otros. El amor no se cuantifica ni se mide. Se da sin reservas. La entrega no se reconoce por el número de veces, sino por cómo mi marido da su vida por mí en aquello que él asume, sea mucho o poco, y por cómo doy yo la vida por él a pesar de mi precariedad. La organización de cada casa es un asunto muy particular: un 20-80, un 60-40… ¡qué más dará!

Así que reconozco que me aburre soberanamente hablar tanto de «corresponsabilidad» en ese sentido tan parcial de la equiparación entre sexos en lo que a las tareas domésticas se refiere. Menos corresponsabilidad y más entrega. No es un camino fácil –para mí, al menos, no lo es–, pero intuyo que merece la pena recorrerlo. 

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18 comments

  1. Tremenda reflexión, Isis, muy profunda.
    Creo que lo que expones es irrefutable, si bien es cierto que es incomprensible si no es desde el amor. En este mundo buscamos esa igualdad y ese reparto equitativo porque nos falta amor, y a falta de amor hay que hacer cuentas, ser equitativos, ser -palabra peligrosa- justos.
    Gracias por tener la valentía de publicar cosas así. Es una ayuda, sin duda.

  2. Completamente de acuerdo, la donación, la entrega …para la familia, no desde la equidad sino desde amor con nuestras limitaciones y con la ayuda de El.Gracias Isis.

  3. ¡Qué linda eres Isis!
    A mí tambien me aburre soberanamente hablar de igualdad, pero si te pilla un fan del pensamiento «único y políticamente correcto»… te llama de todo menos bonita.
    Nosotros llevamos 36 años de matrimonio y, aunque a veces nos hemos echado en cara las tareas domésticas, al final, lo que merece la pena es que el amor resulta el mejor aceite para hacer las salsas

    1. Me encanta leer tu experiencia de tantos años de matrimonio. ¡Qué maravilla! Me quedo con eso que dices de que el amor es el mejor aceite para hacer las salsas. ¡Gracias, Nines!

  4. Totalmente de acuerdo, desde luego. Si no es desde el amor, no tiene sentido. Pero, en mi caso, es tan cierto como difícil. Y me cuesta controlar la vena justiciera que apunta todo en el «haber» y en el «debe» como si se tratase un libro de contabilidad. Lo bueno, tener clara la meta de hacer por amor y por nada más. Gracias, gracias, gracias

    1. ¡Gracias a ti, Sara! Yo soy la primera a la que tantas veces le sale la vena justiciera. Así que escribir esto es un modo de hacer terapia y recordarme dónde está lo importante. Cuántas veces pienso en eso de «el amor todo lo excusa…». Nada, nada,… sigamos caminando, torpemente, pero sigamos. ¡Un abrazo!

  5. Hola Isis,

    Enhorabuena por tu artículo y por tu maravillosa familia 🙂 Sólo una puntualización: no es una cuestión de corrección política sino de datos. Hay estudios que demuestran que, actualmente en España, casi el 70% de las tareas domésticas son realizadas por las mujeres. Si bien en tu caso particular no es así, no debemos olvidar que esto pasa en muchos hogares, lo que, añadido a la carga laboral, supone un agobio injusto hacia las mujeres.
    Te dejo una noticia con un enlace a un estudio de la Fedea. ¡Un saludo y enhorabuena de nuevo!
    http://www.20minutos.es/noticia/2870358/0/brecha-genero-mercado-laboral-espana-fedea/#xtor=AD-15&xts=467263

    1. Muchísimas gracias por tu comentario, Natalia. Sobre el dato que apuntas, soy completamente consciente de él y es por eso precisamente por lo que he querido escribir este artículo. Yo no sé si es una situación injusta o no; creo que eso lo debe valorar cada familia, en su realidad concreta. En mi caso, sí soy yo la que en esta etapa de nuestra vida realiza más tareas domésticas por la simple razón de que soy yo la que está más tiempo en casa. Pero para mí no es una situación injusta, es nuestra logística familiar. No lo he especificado en el artículo porque no lo he visto necesario, pero te lo comento ahora aquí por si quedaba alguna duda.

      Cuando ponía el ejemplo de mis suegros sucedía lo mismo: ella era la que llevaba el peso de las tareas domésticas, pero él se entregaba plenamente el tiempo que estaba en casa, aunque inevitablemente pudiera hacer menos tareas concretas. Por eso, creo que no es una cuestión de quién hace más, si es el hombre o es la mujer, sino de cuánto amor ponemos en lo que hacemos.

      Las razones por las que, en general, las mujeres hacen más tareas domésticas pueden ser muchas, no voy a entrar a valorarlo, porque creo sinceramente que es una cuestión familiar. Cada familia gestiona este asunto como sabe y puede. Cada uno con sus debilidades, sus precariedades y dificultades. Pero para mí lo importante es crecer en el amor, en un amor que se entrega sin medir las veces que hago la comida o friego los platos… porque en esas tareas domésticas también me estoy dando, me estoy entregando, estoy amando.

      Te agradezco mucho tu comentario y que compartas tu punto de vista. ¡Un saludo!

  6. «El amor da valor a todas las cosas». Al leer tu artículo he sentido esa emoción que se experimenta cuando descubres algo que es verdad. Me siento muy identificada contigo porque también tengo cinco hijos y soy yo la que estoy más tiempo con ellos. Al final es con el amor con lo que somos más felices y además nos ganamos el cielo, así que un logro doble.

    1. ¡Qué alegría me das, Inma! A mí me emociona mucho encontrar por aquí familias como la tuya y conocer vuestras experiencias, de las que aprendo tanto… muchas gracias.

  7. Me encanta tener amigas periodistas que puedan expresar con las palabras exactas lo que siento, pienso y deseo… ¡¡¡Gracias Isis!!!
    Qué especial eres… y ¡qué bonito escribes! 😍
    Un abrazo y gracias de nuevo por expresar tan bien…

  8. Hola Natalia.
    Te hablo desde la experiencia de 36 años de matrimonio, tres hijos, un trabajo fuera de casa, a veces con ayuda externa y otras sin ayuda.
    Parto de la base que esa ayuda externa en el hogar supone un factor esencial para el éxito de la «empresa», pero como bases el matrimonio en una «carta de derechos y obligaciones» respaldada por porcentajes, criterios de igualdad, cuotas y demás reivindicaciones (justas y ajustadas) sencillamente te estrellas.
    Si no construyes la convivencia en un amor que es paciente, servicial, sin envidia, sin interés propio, que no se deja llevar por la ira, que olvida las ofensas y perdona, que disculpa todo, lo espera y lo soporta todo… es prácticamente imposible sobrevivir. ¡¡¡Ahhh!!! que me ha salido la carta de S. Pablo. Pues eso.

  9. ¡Hola otra vez Isis y Nines!
    Voy a puntualizar un poco lo de «situación injusta». Igual ha sonado irascible, como dice Nines, pero me refería a que es una situación desigual y no equitativa. El motivo por el que las mujeres hacen más tareas domésticas en general sí es conocido, y es que las mujeres llevamos cientos de años con esas tareas asignadas por la sociedad y, obviamente, no va a cambiar de la noche a la mañana. Si estuviéramos en una situación realmente equitativa en la que cada familia se organizara individualmente como pudiese, los datos de tareas en el hogar no irían sistemáticamente hacia las mujeres en todos los países del mundo, habría alguno al menos en el que no fuera así. De todas formas, ese dato del 70% realmente es un buen signo, puesto que hace unos años era mayor, pero sería bueno que siguiera disminuyendo para, como digo, reducir la excesiva presión hacia las mujeres. Por supuesto, el amor no es que sea importante, es que es la base de un matrimonio 😉 Sin embargo, no está reñido en absoluto con la corresponsabilidad, que también es buena, importante y necesaria 🙂

    Sólo una pregunta Nines, que no me ha quedado clara. Cuando dices «la ayuda externa en el hogar supone un factor esencial» ¿a qué te refieres con «ayuda externa»? ¿Ayuda del marido e hijos o personas ajenas a la familia? ¡Gracias! 🙂

    1. Hola Natalia,
      Por supuesto que la corresponsabilidad es buena y necesaria. Estoy totalmente de acuerdo contigo. Lo único que a veces se habla de corresponsabilidad de forma reductiva, poniendo el foco únicamente en las tareas domésticas. Y la responsabilidad compartida en la familia va más allá y se puede dar incluso si el reparto de tareas no es equitativo.

      Sobre que la razón de que las mujeres asuman mayoritariamente estas tareas sea la que apuntas, yo tengo algunas reservas. Creo que es un modo de interpretar los datos, pero quizá no el único. Al menos, de mi propia experiencia y de la de otras mujeres, se podrían desprender otras motivaciones. Pero ese tema da para largo como para tratarlo en un comentario. Quizá me anime a dar mi particular visión (y no por ello mejor que otras, ¡faltaría más!) sobre este tema en algún post.

      Un millón de gracias, Natalia, por compartir y aportar. Así da gusto, de verdad. ¡Un saludo!

      1. Efectivamente, lo que quería decir en resumen es que el amor, la entrega y la corresponsabilidad no están reñidas en absoluto 😉
        Lo de las mujeres, por supuesto que cada experiencia individual es un mundo, pero analizando la tendencia general los datos son los que son. Insisto en que sería rarísimo que las tareas fueran de repente hacia los hombres, después de tantos siglos siendo al contrario. Es algo lógico, pero también injusto y por eso deberíamos ser conscientes de irlo cambiando poco a poco.
        ¡Y muchísimas gracias a ti! Ya lo creo que da gusto con vosotras, apelo al título de la web porque aunque no puedo demostrarlo me da la impresión de que con hombres esto habría sido bien distinto 😉 😉

  10. Cuánto sentido común, y qué gusto leerlo. Era importante hacer la puntualización: no es «porque toca» sino por amor, porque si caemos en lo que a cada uno le toca, empezaremos a llevar cuentas de si uno»cumple» o no «cumple». Sólo con amor se puede dar más de lo que «toca» cuando se hace necesario.

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