Decía John Lennon que la vida es lo que pasa mientras haces planes. En realidad, con dos hijos en primer año de guardería, la vida es más bien lo que pasa entre una consulta del médico y la siguiente. Y desde luego que no es agradable, ni siquiera llevadero: es francamente agotador. Todo es agotador. Tengo hartos de lamentos a mis padres, a mis amigas y a mi entorno, considero venerables –virtudes heroicas incluidas– a las madres (y padres) de más de dos hijos y he entonado demasiadas veces el esto a mí no me lo habían contado. Pero sí, lo sabía. Claro que lo sabía.
Lo digo porque de un tiempo a esta parte vengo observando una cierta tendencia/preocupación de primer mundo que me está empezando a empalagar: me refiero a esa inquietud tan rentable a la que he dado en llamar la matraca de los Childfree («sin hijos por elección») en su vertiente Madre Arrepentida.
De pronto, todas estábamos engañadas. Nadie sabía lo que era ser madre. Nunca, jamás, habíamos oído lo mal que se pasa, lo poco que se duerme, los sacrificios que supone, lo mucho que afecta a la pareja, lo absolutamente inviable que resulta cualquier actividad intelectual que vaya más allá de la creación de un lema de sortija para la manualidad de los nenes. Nuestros ojos jamás percibieron las ojeras de nuestra madre, el desvelo de nuestro padre, la depresión postparto de nuestra hermana, la angustia de nuestra amiga con la mastitis. Nunca leímos reportajes sobre lo cortas que son las bajas por maternidad, nunca jamás vimos madres en los parques aburridas como ostras, nunca habíamos oído casos de mobbing maternal en las empresas, jamás nadie había podido intuir que lo de ser padres era, como dice la célebre gurú antifamilia Corinne Maier, «un 1% de felicidad y 99% de preocupación». Oigan, qué novedad.
Y, sin embargo, debe de serlo, porque últimamente descubro un ejército de madres arrepentidas sacando tajada de su infelicidad en diversos soportes mediáticos a costa de miles de madres infelices que, al parecer, no sabían que lo eran hasta que llegó Corinne Maier. «Los niños nacen para decepcionarte porque soñamos con niños perfectos, pero no existen los niños perfectos, son personas como nosotros y, como tal, fracasan. La mayoría de los niños son, además, difíciles», apostilla el otro gran gurú del pesimismo posmoderno, a la par que fabuloso escritor, Michel Houellebecq. Grandísima verdad. Ni les cuento si además el niño nace con alguna discapacidad. No me digan que tampoco lo sabían.
Sin duda, la maternidad es un oficio a tiempo completo, desinteresado y lleno de sacrificios. Y elegir una vida sin niños es –lo ha sido siempre– una opción no solo válida, sino especialmente atractiva en un primer mundo difícil, turbulento y laboralmente complejo. Un mundo que prefiere vivir el presente, que premia la exaltación del individuo en todas sus multiformes postverdades, que levanta hoteles solo para adultos y crea asociaciones como el Movimiento por la Extinción Humana Voluntaria. Que a este paso, no habrá quien nos ayude a cruzar la calle.
Tener hijos, sin duda, no es un deber, es una vocación. Una dura -durísima- y hermosa vocación. Lo comento por si alguien por aquí no lo sabía. No digan luego que no les avisé.
3 comments
Comparto absolutamente todo lo que pone el artículo. Yo también hablé sobre esto en el blog; se ha convertido en la monserga épica que todo moderno que se precie debe repetir como un mantra. Y de verdad, ser padre o madre no es un anuncio de los Teletubbies, pero decir que «a mí esto no me lo habían contado» o «qué bien que alguien dice la verdad», en algunos casos con taitantos tacos, me parece una tomadura de pelo. Porque no sé qué se imaginaban que era esto o si no han parado a mirar lo que tenían alrededor hasta que decidieron tenerlos. Quizá sea esto último viendo la tendencia actual de la sociedad.
Sí, cuando eres padre o madre, renuncias a muchas cosas. Las cambias por otras. Duermes poco, te preocupas más, tienes menos tiempo para todo, tienes que hacer más números, viajas de otra manera… Creo que hasta ahora no ha habido que hacer una tesis doctoral para saber que eso es así. Pero es que además, es falso. Es una percepción basada en la inmediatez y el hedonismo de esta sociedad. Ser padre, tener un hijo, es para toda la vida. Juzgar una decisión tan importante y tan duradera por los primeros años es descorazonador.
Desde luego ,tbn me estoy hartando de oír o leer que tener hijos es una especie de estafa o engaño.Y ya me me parece mas exagerado cuando lo oigo d personas d cierto nivel económico.Tanto s nos llana la boca de hablar de libertad y queremos unos niños a medida ,guapos ,listo…etc.Algo no funciona y habría q revisar en nuestro interior.
Creo que la misión de todo padre/madre es hacer de nuestros hijos grandes personas a nivel humano: caritativas, empaticas, generosas, sencillas, humildes, comprensivas… Si te planteas el mundo perfecto es que estás ajeno a la realidad y al sufrimiento humano, por eso no se dan cuenta a tiempo… Sé que el post es de hace dos años pero es que me ha gustado mucho, aunque me haya entristecido un poco. Besos