Que no nos vamos a engañar. La maternidad no es un camino de rosas.
¿Lo primero? Seguro que estáis todas conmigo: EL SUEÑO. A decir verdad, me conformaría con un par de días seguidos en los que duerma seis horas de un tirón sin despertarme a dar biberones o agua. Sueño despierta con esas mañanas de fin de semana en las que no tenía que utilizar el despertador… Me levantaba fresca y como una rosa cuando me salía de la real gana. No sé cuántos años han pasado. Mejor no hago cuentas.
¿Lo segundo? También aquí sé que me apoyaréis. EL TIEMPO. Tiempo para ir de compras (profunda que es una a veces), tiempo para maquillarme con decencia (lo que yo os decía), tiempo para arreglarme tranquila, tiempo para leer (por compensar lo de mi superficialidad), tiempo para rezar, tiempo para mí… Tiempo. Ese preciado bien. No es que me falten horas, ¡es que no encuentro ninguna!
Seguimos. EL ORDEN. Seguro que aquí no todas me apoyaréis. Habrá madres que no valoren o no necesiten tanto como yo el orden para funcionar correctamente. No sé vosotras, pero cuando todo está manga por hombro me bloqueo un poco. Mi cerebro está demasiado ocupado pensando en cómo gestionar el caos y no queda espacio cerebral para nada más.
Más. LA LIMPIEZA. Nada que añadir a lo anteriormente dicho.
Suma y sigue… EL TIPÍN. Bueno, para quien lo tuviera antes. Honestamente, yo estaba en ese montón de mujeres normalitas, del montón en cuanto a los kilos se refiere. Ni demasiados, ni pocos. La maternidad, sin embargo, me ha dado una nueva perspectiva: ahora echo la vista atrás y me veo casi como Claudia Schiffer. Delgada y estupenda. Con camisetas de la talla 36. DE LA TALLA 36 SEÑORAS. Qué tiempos aquellos.
Y continuando con el examen en profundidad, se me ocurren más cosas que la maternidad me ha quitado…
En primer lugar, EL EGOÍSMO. No me lo ha quitado del todo -seamos realistas-, pero lo ha reducido a cotas que, si me lo llegan a contar hace diez años, no me lo habría creído. Literalmente casi no tengo tiempo para ser egoísta. Mi tiempo es para donarlo a mi familia. El 90% de lo que hago durante el día es facilitar el funcionamiento del hogar en sus múltiples facetas. Así que ya que estamos, intento hacerlo con alegría.
En segundo lugar, LA TRISTEZA. Y es que incluso en los días de bajón -que haberlos, haylos- cinco minutos con mi hija de dos años y medio me quitan todas las penas. Me pongo a jugar con ella a la plastilina y le robo bolitas para su diversión (o cabreo, depende del rato), hacemos volteretas en el suelo, me prepara un plato de naranja con cebolla aderezado con aceite y sal (su especialidad)… Y oye, adiós a tanta tontería mental.
En tercer lugar, LOS MIEDOS. O para ser más precisos, los miedos que tenía antes (excepto el miedo a los bichos, con ese no hay manera). Hace poco leí que en la maternidad la mujer descubre fortalezas que no sabía que tenía y miedos que no sabía que existían. Me pareció una explicación perfecta. Efectivamente, no puedes permitirte tener miedos pasajeros, circunstanciales o ridículos. Aprendemos a vivir con un miedo mayor: el miedo a perder a nuestros hijos. No sabía que podía ser tan fuerte, tan sobrecogedor, pero es así. Y sin embargo, tiramos hacia adelante. La cobardía no es una opción. La fe es nuestra única tabla de salvación.
Y lo mejor y por último, LA MEDIOCRIDAD. Y esto, no me lo negaréis, es un regalazo. En las cosas importantes de la maternidad no podemos permitirnos ser unas cutres. Buscamos lo mejor, nos informamos, damos el máximo, no dormimos si hace falta. Los hijos sacan a la luz nuestro mejor yo. Y al final es lo que contará cuando lleguemos al final de nuestra vida: mirar hacia atrás y saber que intentamos dar el máximo, hacerlo lo mejor posible, que nos levantamos siempre que nos equivocamos, que buscamos la santidad siempre que pudimos.
10 comments
Fantástico.
¡Gracias Pepe!
¡¡¡Genial!!!
Tambien nos quita la pereza, mucha ñoñería, las tentaciones de «dimitir» de nuestras responsabilidades… y nos da un montón de cosas.
Un beso
Toda la razón… ¡Nos quita muchas cosas! ¡Qué suerte la nuestra!
Genial, como siempre. Tener hijos te cambia la forma de ver la vida, para mejor.
Como siempre, gracias Mercedes 🙂
Sí de acuerdo los niños son una pasada pero suelen dar el coñazo lo que no está escrito9
Pues también a veces. Así empieza mi artículo: «La maternidad no es un camino de rosas».
Cuanta verdad! Puedo añadir algo? Nos quita la ambición. O por lo menos la restructura, la renfoca. Antes pensaba mucho en mi carrera profesional, a donde quería llegar y esas cosas. Ahora mi carrera me interesa pero no es mi pasión.
Efectivamente, dan perspectiva también dentro de la carrera profesional: ¡otra ventaja más!