Lo que creemos que no les importa a los hombres

Hombres y mujeres somos diferentes, tanto que se cumple aquello de que los polos opuestos se atraen. Puede parecer que nuestras contrarias fisiologías nos separan o desunen, cuando lo cierto es que son ocasiones perfectas para crear interés y acercamiento mutuo. Las mujeres a veces creemos que nuestras cosas no les importan a los hombres (por la razón que sea), especialmente cuando son «nuestros» hombres. Hablo, por ejemplo, del famoso estado «tengo la regla». No creamos que al hombre eso le produce rechazo o  indiferencia, porque lo más seguro es que únicamente sienta un inicial desconcierto, y una consecuente disposición y atracción ante lo desconocido. Aunque es posible, dadas nuestras diferencias psicológicas, que no lo expresen o muestren como nosotras esperamos o nos gustaría. 

La misma reacción sucede cuando una pareja comienza a usar un Método de Planificación Familiar Natural, y ella mantiene a su hombre informado sobre si “tengo moco o no tengo moco”. 

A pesar de que el uso de los métodos naturales se deba compartir en pareja requiriendo el compromiso de ambos, es el ciclo de la mujer el que determina los periodos de fertilidad. Estos métodos se apoyan en una serie de signos de fertilidad en la mujer, principalmente la secreción cervical, que debe ser observada y registrada para que la pareja pueda decidir tener o no relaciones sexuales conociendo su posibilidad de embarazo. El hecho de que sea la mujer la que se observe a sí misma, puede provocar que, en ocasiones, tienda a dejar al hombre a un lado, creyendo que él no se va a interesar por lo que ocurre en su particular fisiología femenina.

No sabría describir exactamente la cara que puso mi marido la primera vez que escuchó hablar del moco o secreción cervical. Lo cierto es que en alguna ocasión existió algún comentario irónico tipo “pero, ¿es elástico o poco elástico?”, que me llevó por segundos a plantearme dejar de hablarle de ciertas cosas, pensando que quizá sentía indiferencia. Entonces me confesó que, de primeras, oír hablar del «moco» fue un choque, como si eso no fuera con él, pero que realmente lo que despertó en él fue interés por saber de qué iba «eso». Después de un tiempo concluí que, efectivamente, por su parte no había más que una aceptación de las reglas del método y de los detalles más fisiológicos, aunque éstos pudieran quedar bajo mi responsable observación. 

Tras contrastar con las opiniones de otros hombres que emplean métodos naturales, comprobé una vez más que esa gran diferencia entre hombres y mujeres es en realidad un aliciente para acrecentar el interés mutuo. Lo que no quita que, efectivamente, el hombre no acabe de familiarizarse con el moco cervical de la misma manera que la mujer. Porque es una realidad que se les escapa totalmente de las manos. Ellos lógicamente no participan igual en la observación fisiológica, que recae más en la mujer, sin embargo sí se pueden involucrar en la construcción de las gráficas, aportando así su compromiso y apoyo.

Por eso, si en ocasiones percibimos que no nos siguen, debemos saber que no es egoísmo, ni dejadez, ni es que no nos quieran. No les da igual, sino que es posible que prefieran abandonar en nuestras manos ese registro diario de lo que nos pasa, porque consideran que no pueden hacer nada más que animarnos a rellenar bien las gráficas e incluso interpretarlas. Esta falsa despreocupación no afecta a las consecuencias positivas de la práctica del método natural. Porque basta que ambos lo vivan de acuerdo y conscientemente (de otra manera difícilmente saldría adelante) para que sea fuente de conocimiento, control y respeto mutuo.

Mariolina Ceriotti explica maravillosamente bien en su libro Erótica y materna (Rialp), que la vivencia de la sexualidad requiere un aprendizaje y una aceptación de las diferencias entre el hombre y la mujer. Por ejemplo dice que, mientras los hombres necesitan mirar lo que les gusta, las mujeres necesitan ser miradas y queridas. Por eso (esto ya es cosecha mía), el método natural, tan íntimamente relacionado con la sexualidad de la pareja y de por sí atractivo para la mujer, también debe resultar interesante para el hombre.

El trabajo de ella es ganar seguridad en la observación de sus signos de fertilidad, con ayuda de un profesional si es necesario, para interpretar bien sus ciclos. Por su parte, el hombre debe amoldarse y convivir con el cambio que solitariamente nunca podría experimentar. Por eso, el hecho de que él sea el que, por ejemplo, anote en la gráfica lo que ella le dicte, o por lo menos que aprenda a interpretarla, le facilita descubrir, si no lo ha hecho aún, que lo único que le importa es saber quién es su mujer y dónde está, si está más o menos sensible, o si debe derrochar grandes dosis de ternura.  Y juntos pueden aprender a vivir la espera, sin permitir que se agüe la fiesta o se quede todo en la frialdad del “hoy toca-hoy no toca”

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1 comment

  1. Muchas gracias Eva.
    Nosotros estamos empezando a aprender, aunque como estoy con la lactancia y los ciclos todavía no se han normalizado es bastante difícil.
    En esta nueva etapa parece que hemos vuelto al emocionante noviazgo.

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