El otro día mi hijo de ocho años cogió un papel del suelo. Ponía algo así: “Nueva en el barrio. Masajes desde 20 euros. Llámame al…”. Y de fondo, una mujer semi desnuda en una postura sugerente.
-Mamá, ¿qué es esto?
-Deja eso, ¡no se cogen las cosas del suelo! –corrí a responder.
-Pero, mamá, ¿que qué es esto? -me contestó muy serio.
-¡Que nada! ¿No te he dicho mil veces que no se cogen las cosas del suelo? –entré en bucle.
Ya iba yo a arrebatarle el papelito de las manos, cuando mi marido se acercó con una tranquilidad pasmosa. “Deja, ya me ocupo yo”. Y pensé: “Perfecto, ¡todo tuyo!”. Me adelanté en el paseo con el resto de la camada y los dejé a los dos solos charlando. “A ver, hijo, ¿qué pone en ese papel?”, oí que decía mi marido, mientras yo me alejaba con los pequeños. Y ya no alcancé a escuchar nada más.
Las preguntas sobre sexo nunca llegan en el mejor momento. Normalmente, estás en la cola del supermercado o en el coche con los hermanos pequeños, cuando tu hijo te grita desde atrás un “¡mamáaaaa!, ¿qué es f…?”. Como es obvio, no te suelen preguntar las cosas de la forma más hermosa, no; sino que te vienen con palabras toscas que han escuchado en el patio, a la salida del colegio o que le ha soltado un compañero de clase a bocajarro sin venir a cuento.
Comenzamos las conversaciones sobre sexualidad con el mayor hace aproximadamente dos años. No porque nosotros quisiéramos adelantarnos a nada, no fue premeditado; sino simplemente porque hemos ido dando respuestas a sus inquietudes, según han ido surgiendo. Primero era el típico “¿cómo nacen los bebés?”, luego un “¿por dónde entran los niños que están en la tripa de mamá?”… Pero ahora, cada vez más, las preguntas ya no vienen de inquietudes que le surgen naturalmente, sino por cosas que ve, oye o lee. Y el inconveniente –inevitable, por otra parte- es que esas cosas que ve, oye y lee son palabras, expresiones o conceptos que despojan a la sexualidad de su natural belleza y su sentido profundo, rebajándolo irremediablemente a un feísmo vacío, a un esperpento.
Es entonces cuando toca separar el reflejo distorsionado, la falsificación, de lo que en realidad es una verdad hermosa. Hay que hacer, por tanto, un mayor esfuerzo por mostrar la belleza del amor vivida en la corporalidad y despojarla de las connotaciones negativas u obscenas. No es fácil. Y no siempre se responde bien, pero hay que responder. La peor de nuestras respuestas siempre será mejor que cualquier otra que le pueda dar un compañero de clase.
La mayoría de las veces lo importante no es la respuesta que damos, si esta es buena, torpe o incompleta. En tantas ocasiones ni se acuerdan de lo que les contamos hace tres meses sobre el óvulo y el espermatozoide. Lo verdaderamente trascendental es la relación de confianza que construimos con ellos cuando les respondemos. Y eso se hace ya desde pequeños, cuando todavía nos tienen por esa fuente inagotable de información. Por eso es necesario que sientan que no hay preguntas incómodas o temas prohibidos. Saben que sus padres responden; pobremente, pero responden. No eluden, no se hacen los despistados.
Hay veces en las que yo quisiera salir corriendo, como aquel día en el que la fotito inoportuna nos abrió un nuevo reto en el horizonte: la pornografía. Me pilló con el pie cambiado. ¿Tan pronto? En ese momento, solo quería que dejara de ver inmediatamente esa imagen inapropiada para un niño de su edad y evitar por todos los medios que esa fea distorsión se grabara en su mente todavía intacta… Pero la imagen ya estaba ahí y había que dar una respuesta. Porque lo que está claro es que una respuesta hallarán seguro… En nosotros, o en otros. Pero la hallarán. Y quizá, mientras sigamos esquivando, seamos nosotros los que nos quedemos sin preguntas inoportunas a las que responder.
6 comments
Qué gran verdad… Yo siempre he dicho que quiero guardar determinados temas para ser yo quien se los explique (o su padre), porque la información que puedan obtener de otras personas no va a ser la que yo creo que debe tener, con los matices que yo le quiero transmitir y los valores que van aparejados. Este es uno de esos temas, y siempre lo hemos abordado con naturalidad, con mucho mucho amor y sobre todo adaptado a su edad (la que toca en cada momento), para que sean capaces de entender, y de no sentir miedo, rechazo o vergüenza. Es genial que sepan que en cualquier situación, momento o tema, primero siempre pueden contar con nosotros y construir una relación basada en la confianza y la seguridad se hace así. Felicidades!
¡Qué magníficos maestros habéis tenido y tenéis en esto de educar a los hijos y qué equipazo formáis tu marido y tú (no imaginas hasta qué punto me impresiona y da ternura a partes iguales llamarlo/llamaros así)
Iba a decir/escribir que si supierais las cosas que dicen/escriben los críos a los doce años… pero lo sabeis, vaya si lo sabeis…
En la medida en que me ha correspondido y sobrevenido en clase, siempre he tratado y trato de hacer lo mismo: naturalidad, control de la situación, huida en igual medida de la alarma, la grosería y el gesto pacato, información clara y a su nivel y, si queda sitio y tiempo, una pildorita de valores positivos.
Enhorabuena a vosotros, a vuestros hijos… y a los abuelos por el excelente trabajo realizado.
Vale, vale, muy bien, pero… ¿¿¿¿¿¿Qué le contestó tu señor esposo????? Eso es lo que queremos saber.
Jajajaja… Ni yo lo sé ni él se acuerda muy bien. O eso dice.
Magnífico post lleno de Verdad y de verdades. Os enlazo.
¡Muchas gracias!