El mejor verano de nuestras vidas

Los domingos por la mañana solía haber churros en casa. Cuando éramos pequeños, iba mi padre a comprarlos muy temprano. Con el tiempo, nos iba tocando a los niños ir a esa pequeñísima tienda que había en el barrio, donde sólo cabía esa gran máquina para fabricar los churros, un mostrador grasiento y tres clientes apiñados para no ser vomitados hacia la calle. Las colas daban a veces la vuelta a la esquina; mientras que el olor a churro inundaba los alrededores. Todavía puedo sentir el calor asfixiante que desprendía aquel local diminuto, y que ahora incluso añoro.

Los sábados por la tarde eran días de peli y Coca-Cola en casa. Nunca bebíamos refrescos entre semana, y ese día nuestros padres nos dejaban tomarlos en vaso de tubo, con su rodaja de limón y sus cubitos de hielo. Me encantaba subirme en las rodillas de mi padre y jugar con sus manos blandas y redondas mientras él estaba sentado en su gran sillón orejero. Algún fin de semana lo dedicábamos a hacer alguna excursión. Mi padre, quien iba en traje hasta para comprar el pan, se ponía ese día los pantalones cortos amarillos, esa camisa de cuadros de manga corta y sus sandalias de piel. Yo me divertía imitando su choque de pies en el aire, mientras mi madre hacía fotos con su Olympus y organizaba una mesa estupenda con tortilla, embutido y ensalada encima de un mantelito dominguero, como bien manda la tradición.

Yo soy la que está en medio y aquí falta mi hermano pequeño que aún no había nacido

Nuestra infancia está llena de recuerdos, de imágenes imborrables, de sabores deliciosos y de olores penetrantes más allá de la puerta de la cocina. Son esos momentos que nos evocan la felicidad de una infancia en la que fuimos amados y que nos vienen a la mente a golpe de tradiciones únicas que se fueron fraguando poco a poco en nuestra familia. En toda casa existen esas prácticas especiales que nos configuran y nos crean una identidad propia como familia. Algunas surgen espontáneamente, otras se van construyendo poco a poco y con esfuerzo. Pero todas ellas generan vida, nos hacen estar más unidos, nos trasmiten que somos un “hogar” y hacen que deseemos volver siempre a casa.

El verano puede ser fuente de esos grandes momentos que se quedan grabados en la retina para siempre: contemplar sus noches estrelladas en el campo, lanzarse a la aventura en un barquito por el mar, esconder tesoros en la arena, excursiones en bicicleta, pescar en el río o capturar medusas a golpe de cubo en la playa… 

Pero, seamos realistas, el verano también puede convertirse en ese agujero negro en el que nos vamos metiendo como una espiral hasta acabar enfangados. Esas mañanas eternas con niños deseando bajar a la playa mientras dejas medianamente lista la comida y consigues tenerlos a todos listos, esas entrañables peleas entre hermanos que pueden llegar a elevarse al infinito en la época estival, ese no estar de acuerdo ninguno con el plan del día, esos tiempos muertos en los que no hay nada especial que hacer y que se convierten en fuente de conflictos… Nos preocupamos mucho del destino al que iremos de vacaciones, pero solemos ocuparnos poco de cómo queremos vivir ese tiempo entre nosotros.

En realidad, poco importa estar en una playa de Cancún que en la de Cullera, en un destino paradisiaco que en el pueblo de la sierra. Lo que fragua nuestra memoria es el tiempo que pasamos con los nuestros y hacer que éste sea un momento para el encuentro, un verdadero oasis para nuestra comunión familiar. Por eso, intentar eliminar aquellos cuellos de botella en los que nos atascamos diariamente (¿por qué bajar a la playa cargados como mulas si puedes llevar un carro de la compra? o ¿qué tal probar a llevar una hamaca plegable para el bebé en vez de un carro que ni siquiera rueda por la arena?…) y propiciar “momentazos” en familia puede ser una grandísima idea.

Para animarnos a no cejar en este empeño de luchar por “hacer familia” y crecer juntos en el amor, la fundación Gift and Task ha creado una iniciativa genial con el lema «El mejor verano de nuestras vidas». Se trata de compartir aquellos planes, trucos, ideas, juegos, libros o cualquier otro recurso que ayude a estar más unidos como familia. Uno de los promotores de la iniciativa, Jaime Serrada (que además es mi marido, no os lo voy a ocultar), explica que han diseñado esta campaña con dos motivaciones: «Por un lado, para generar una red de familias y así revalorizar la institución familiar. Las familias no somos islas y es importante que nos pongamos en relación unas con otras para propiciar una ayuda mutua. Y, por otro lado, deseamos promover la salud afectiva familiar, es decir, sensibilizar de la importancia que tiene no dejar pasar la oportunidad del verano para cuidar de nuestra familia”. Según explica Jaime, para muchas personas el verano supone una amenaza grande, por lo que “nos proponemos estimular a los padres para que no se desanimen, para que sean perseverantes y busquen esos momentos luminosos que generen una experiencia afectiva y unos recuerdos en los hijos para siempre”. “Lo importante no es tanto que se hagan muchas cosas, sino construir la comunión familiar a través de prácticas concretas”, añade.

La propuesta de la fundación Gift and Task es sencilla: compartir aquello que a cada familia le funcione a través de este sencillo formulario (uno por cada plan, actividad o idea que se desee compartir). Y a través de su cuenta de Instagram y de la web https://elmejorveranodenuestrasvidas.com/ van publicando esas iniciativas que proponen las familias para que otras encuentren en esas ideas un estímulo para vivir mejor el tiempo estival.  

Merece la pena echar un vistazo a algunas de las propuestas que ya se van compartiendo en la web. Hay quien anima a desinstalar todas las aplicaciones del móvil (redes sociales, WhatsApp, mensajes…) durante una semana para dedicarse a mirar a los ojos a los nuestros y olvidarse de la pantalla. Otra familia propone ver todos juntos cada año la «película de las últimas vacaciones», con sus palomitas y refrescos. Hay quienes optan por irse de campamento familiar o, si no se puede salir de vacaciones, aprovechar los fines de semana para ir de acampada durante 48 horas. Otra idea sorprendente es la de un matrimonio con cuatro hijos que ha encontrado la solución perfecta a las mañanas de estrés que vivían en casa: contratan a una canguro de 9 a 11 de la mañana para que dé el desayuno a sus hijos y les prepare para ir a la playa. Ellos, mientras tanto, van a misa a primera hora y dan un paseo para charlar sin interrupciones. Con este sencillo gesto, consiguen empezar el día poniendo el foco en lo más importante, tienen tiempo para Dios y un espacio para hablar entre ellos, y regresan con ganas de pasar un gran día en familia. Mira que nos gastamos dinero en cosas superfluas… pues bien, a mí este gasto me parece una verdadera inversión en salud afectiva familiar.

¿Cuál es tu gran idea o plan para vivir este verano? ¿Qué os ha funcionado en otras ocasiones? No prives a la humanidad de tu gran hallazgo y comparte tu experiencia; quizá tu idea sea un punto de inflexión para otra familia en la misma situación. Además, la propuesta de Gift and Task para vivir el verano de nuestras vidas no queda aquí. Avisan de que habrá grandes novedades e iniciativas para los próximos meses. ¿Cuáles? Tendremos que esperar para verlas.

El verano es largo, señores, hagamos que no albergue horrores. Este es el kairós, es el momento oportuno para construir esos recuerdos, esos días memorables que forjen parte de esa gran historia familiar que estamos escribiendo poco a poco junto a las personas que más queremos. ¿Hay algo que merezca más la pena?

Más información: https://elmejorveranodenuestrasvidas.com/

Actualización: 11 de junio de 2019

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2 comments

  1. Me encanta la idea, creo que tengo más que aprender que aportar, pero participo.
    Que bonito lo que escribes Isis, doy gracias por esos recuerdos y tradiciones de la infancia en familia, es verdad que se quedan para siempre.

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