(Y esto me lo digo, en primer lugar, a mí misma.)
Déjalo.
El mundo sigue girando.
Tus amigos te seguirán queriendo.
Instagram seguirá siendo interesante cuando vuelvas a mirarlo.
Tus mails personales te estarán esperando.
No habrá tragedias.
Sin embargo…
La cena estará aún caliente.
Podrás mirar a los ojos a tu marido y ver también en ellos el esfuerzo de su día, sus batallas. Y su amor por ti.
Verás en las manos de tus hijos los castillos construidos, los dibujos hechos, la merienda que se comieron por la tarde.
El tiempo en el sofá viendo esa película será más placentero.
Tus manos podrán acariciar a las personas que amas.
La lectura será más profunda, más vivida, más interesante, y más rápida (es lo que tiene no interrumpirla…).
Quizás no te pierdas esa puesta de sol que Alguien quería regalarte hoy, al igual que ayer, y antes de ayer… Y por desgracia no viste.
No te pasará inadvertido ese juego cómplice entre tus hijos. Ni tampoco que han aprendido a dibujar estrellas… ¡que lo parecen!
Te irás a la cama antes y dormirás más.
Quizás incluso encuentres tiempo para rezar antes de dormir.
[Siento este post sin forma ni pretensiones… No podía callarme. Sé que ya te lo he dicho previamente, pero la vida es breve. Los momentos más fugaces de lo que pensamos. No dejes para mañana las cosas que puedes disfrutar, agradecer y vivir hoy. No volverán nunca más.]
2 comments
Cuánta razón… y se lo mando a mi marido directamente también, jejeje
Es hermoso lo que compartes, Sara!!!….me pasa aveces y quiero poner más atención a mi familia…Gracias!!!!