Católicos en redes sociales: de lo digital a la carne

Católicos en redes sociales

Confieso que siempre me ha cuestionado mucho eso de la evangelización en redes sociales. Que una persona se encuentre con Jesucristo a través de una cuenta de Instagram me ha parecido, en el mejor de los casos, una bonita quimera. Por un lado, porque las redes sociales se encargan de “llevarnos” hacia perfiles afines a los nuestros y crean como una burbuja en la que nos sentimos cómodos. Y, por otro, porque el contacto humano, personal y, digamos, carnal es clave para un encuentro real con Cristo.

El cristianismo tiene poco de entelequia, espiritualismo o virtualidad. Dios se hizo hombre, anduvo por caminos, fue tocado por sus discípulos, se manchó de barro para sanar a ciegos, fue cruelmente torturado y salvajemente asesinado. Todo ello lo vivió en su carne. Y esa carne fue la que resucitó también y la que comulgamos en cada eucaristía.

El filósofo Fabrice Hadjadj afirma en La suerte de haber nacido en nuestro tiempo (Ediciones Rialp) que “podemos difundir el Evangelio por Twitter en fragmentos de 160 caracteres, pero sería como soltar eslóganes. Peor aún: sería como hacer del Evangelio la notificación de algo en vez del encuentro con alguien”. Y prosigue: “El verdadero amor al prójimo no se puede aprender sino acercándose a él. La esperanza en el cara a cara con Dios solo se transmite a través del cara a cara con el otro. La fe en la Encarnación solo se verifica en una encarnación. La gracia, en definitiva, solo se manifiesta en una presencia gratuita e incluso inútil, que no aporta ninguna información”.

Para acercarse a Cristo es necesario, pues, el contacto con personas; es más, con testigos que han tocado ya ese manto de Jesús y han visto sus vidas transformadas por el amor. La virtualidad de las redes no pueden sustituir la presencia real de Cristo en los sacramentos o en las personas, pero quizá -y aquí está el punto- sí pueden favorecer un primer encuentro con esos testigos.

En este sentido, me pareció muy iluminadora la charla que impartió hace unos días Olatz Elola, creadora de la tienda online blessings.es y cara visible de una cuenta de Instagram que con grandes dosis de belleza, creatividad y testimonio habla de Dios a más de 13.000 seguidores. En este blessayuno titulado “Cristianos y redes sociales”, Olatz recalcó que los católicos no pueden ir por el mundo dando “cristazos”, es decir, impartiendo grandes lecciones o plantando la doctrina en la cara del otro. Por eso reivindicó la experiencia personal y el testimonio de la propia vida como verdadero contenido de valor en una cuenta cristiana. No todos los cristianos tienen que estar en redes sociales, es evidente; pero sí es necesario que haya cristianos en ellas. “No se trata de salirnos del mundo, sino de aprender a vivir en él”, recalca Olatz. Y por ello, es muy relevante cuestionarse “cómo” estar presentes en estas redes sociales.

Hacer confluir testimonio y redes sociales abre, al menos para mí, una gran encrucijada. Y es la exposición pública de la propia vida. No es lo mismo dar un testimonio y abrir la vida en canal ante un grupo de diez personas que dejarlo publicado en Internet sine díe y perder, en cierto modo, el control sobre él. Efectivamente, hay muchos modo de estar (o no estar) y cada uno debe encontrar el suyo. Pero me parece que en este tema nos suele abordar un miedo, pero también un peligro.

El miedo es al juicio ajeno, a la crítica, al qué dirán de mí… Es un miedo que de algún modo puede encerrar cierta soberbia porque nadie desea ser despellejado públicamente y por evitarlo podemos llegar a ocultar la luz que pudiera haber en nosotros bajo un celemín. Ese don o talento que uno ha recibido puede acabar oculto bajo tierra por temor a perder la cara, a ser malinterpretado, a ser (o eso pensamos) injustamente tratado…

Y el peligro es, sin duda, el extremo contrario: la adulación. Es decir, ser tan exaltado por otros que en vez de testigos nos convirtamos en ídolos. Y no nos engañemos, la adulación está al orden del día en las redes sociales.

Tanto para la persecución como para la adulación, Olatz dio una clave en aquel blessayuno que me pareció de una lucidez desbordante: “Señor, la gloria es para ti y la cruz es contigo”. Si Dios está en el foco de nuestra actividad (cualesquiera), todo se ordena. Esto nos pone en nuestro sitio tanto cuando nos adulan (la gloria es para ti), como cuando nos critican (y la cruz es contigo). Detrás de ese odioso «hater” puede estar el Señor llamándonos a no engreírnos y a volver la mirada de nuevo hacia Él… Porque, no lo olvidemos, el Señor está con los que se humillan. Y, por el contrario, tampoco deberíamos dejar de hacer cosas buenas para evitar ensoberbecernos porque, como me dijo un sacerdote hace poco, ya se encargará el Señor de ponernos en nuestro sitio si es necesario. Mirarle a Él en vez de a nuestro ombligo es parte del buen combate de la fe.

“Nuestra época necesita más testigos que maestros”, dice Hadjadj.

Ciertamente. Eso explica, por ejemplo, que el maravilloso testimonio de María Martínez Gómez, una mujer que fue enfermera en una clínica abortista y que se convirtió en el Himalaya, haya alcanzado en apenas siete días más de 170.000 visitas en Youtube. O también explica el auténtico milagro que Dios hizo posible a través de Olatz y su cuenta de Instagram de Blessings con el impresionante «desembarco en Cuenca».

En la vida de cada cristiano hay (o debería haber) una huella de Dios, un sello del trabajo que ha realizado el Señor a lo largo de su historia. De algún modo es una historia nuestra, pero, sobre todo, es una historia Suya. Y, por tanto, no nos pertenece del todo. Es esa «firma de Dios» en la vida de cada persona lo que tiene un poder performativo inigualable para los demás. Como buen «cazador de las tendencias de Dios» en la vida de las personas, Pablo J. Ginés, redactor de ReligiónenLibertad.com, acaba de publicar un libro con 12 historias de conversión fascinantes: Conversos, buscadores de Dios (Digital Reasons). Desde el actor Gary Cooper hasta el inventor del Kaláshnikov, Ginés recorre un buen elenco de vidas en las que Dios ha actuado de modo diverso. Este periodista, quien constata diariamente cómo las historias de conversiones son siempre las más leídas y compartidas en el digital en el que trabaja, está convencido del poder del testimonio para acercar a Dios a aquellos que están más alejados. Y es este, y no otro, el fin que persigue el autor al escribir un libro sobre conversos.

El testimonio vital es un must de nuestra época, que probablemente deba abarcar todos los medios a nuestro alcance. También los digitales. Pero terminaré como empecé, con Hadjadj: “Aunque en las redes sociales podemos iniciar un ‘contacto’, este debe convertirse después en contacto: tiene que pasar a la dimensión del ‘tocar’, porque todos los sacramentos conllevan esa dimensión y ese tocar no debe tener otro fin fuera de sí mismo: debe ser simplemente un lugar de comunión”. 


En este artículo solo expongo algunas ideas que me suscita este tema y del que no soy ni mucho menos experta. Me interesa conocer tu opinión. ¿Cómo ves la evangelización en redes sociales? ¿Es posible? ¿Es deseable? ¿Cómo? ¿Cuál es tu experiencia en este sentido? Me encantará leer tus aportaciones.

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5 comments

  1. Buenisima reflexión a cerca de las redes sociales; hace tiempo que nos planteábamos este tema y has arrojado bastante luz sobre él. Gracias por escribir y ayudar con tus letras a mucha gente. Saludos!!

      1. Qué verdadero lo que escribes. Llevo tiempo dándole vueltas a esto. Y supuestamente estoy ahora en el momento de lanzarme a hacerlo. Y no encuentro bien el modo: me cuesta el dar testimonio sin q parezca q uno es «el justo de yahveh» y los demás «el pueblo gentil», no sé si me explico.

  2. ¡Hola!Yo pienso que el católico debe estar en las redes.Pienso que cada uno sabe si se le pide eso o no en un momento dado; en mi caso ,disfruté de la experiencia en un momento muy concreto; no me acuerdo bien cómo fue,quizás se abrió el debate sobre la inclusión de la ideología de género en los colegios…tuve oportunidad,a través de Facebook de hablar con homosexuales y padres de homosexuales….prácticamente el 100% se rendían ante los argumentos expuestos desde el respeto,no es que dieran la razón ,es que se establecieron debates interesantes; hubo personas que empezaban argumentando desde la agresividad,hablando con ellos te dabas cuenta de que había siempre una historia de dolor detrás ; y acabábamos hablando pacíficamente hablando cada uno desde su perspectiva,pero ,como he dicho antes,desde el respeto y reconociendo el valor del otro….para mí fue gratificante y creo que también para ellos.

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