El pequeño boicoteador

No sé si alguien sabrá de lo que hablo, quiero pensar que sí.

Convivo con este pequeño boicoteador desde que tengo uso de razón. En mis peores y también en mis mejores momentos estaba conmigo. Es esa voz interior que minimiza cualquier esfuerzo que yo haga y lo considera interesado. Minimiza mis buenas intenciones y busca su revés negativo. Minimiza mi amor por otras personas y lo considera insignificante. Minimiza mi positividad y la ridiculiza. Minimiza lo mejor.

Pero no os vayáis a creer, esa voz interior también maximiza. Maximiza mis defectos y me hace creer que son insoportables. Maximiza mis arrepentimientos transformándolos en una culpa enorme. Maximiza mis periodos de bajón haciéndome creer que serán para siempre. Maximiza lo peor. 

Y lo preocupante es que esa voz interior soy yo misma diciéndome que no conseguiré hacerlo, que no podrá durar lo bueno, que tendrá que llegar lo malo, que seguro que hay algo que no he entendido… ¿Alguien se siente identificado con este enemigo interior?

El pequeño boicoteador se ceba especialmente con las madres. Es un campo fácil: es muy sencillo hacerles (nos) creer que no son suficiente, que lo han hecho mal, que la de enfrente lo hizo mejor, que te están quitando la vida, que un día más te has vuelto a equivocar aquí y allá… La sombra de la duda, de la desconfianza, del fracaso.

Por suerte, en los últimos años la madurez me ha dado no sólo otro punto de vista, sino las herramientas para combatirlo. Pero sobre todo, un truco. Un truco que es el que hoy quiero compartir.

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Una persona puede cambiar tu vida para siempre

chiara corbella

Conocí la historia de Chiara Corbella en el 2014, gracias a mi amiga Sofía (un hurra por ti, ¡eternamente agradecida!) y desde entonces me acompaña siempre en el corazón porque nada ha sido igual. Han pasado ya cuatro años y sigo pensando lo mismo. O incluso más aún: que puede cambiar tu vida y también, quién sabe, ojalá tu (mi) muerte.

A grandes rasgos, ésta es la historia: Se casó con 25 años y un año después dio a luz a su primera hija, que nació con anencefalia y sobrevivió cuarenta minutos tras el parto. «El momento en el que he visto a mi hija ha sido un momento que no olvidaré jamás. Han sido unos minutos inolvidables. El día de su nacimiento podré recordarlo como uno de los días más bellos de mi vida», dijo Chiara al respecto. Como dice el libro, se habían preparado para lo peor, no para tanta belleza. Un año después, Chiara da a luz a Davide Giovanni, de nuevo con una enfermedad incompatible con la vida pero absolutamente diferente a la primera, y que de nuevo vive otros cuarenta minutos. Chiara decía: «No entiendo, pero lo acojo. Si Dios crea la vida para la eternidad, ¿cómo le voy a decir que no?». Sabían que Dios no les había decepcionado la primera vez, y se fiaron la segunda. Y de nuevo, vuelven a dar testimonio de que están contentos y agradecidos a Dios por la belleza de todo lo que han vivido. Meses después, Chiara se queda de nuevo embarazada. Esta vez todo procede normalmente, Francesco es un bebé sano que va adelante sin problemas. Sin embargo, en el quinto mes de gestación a Chiara le detectan un tumor en la lengua que poco a poco se va extendiendo a los demás órganos. Decide posponer el tratamiento hasta poder dar a luz sin riesgos para su hijo. Cuando llega el momento, el cáncer está ya muy avanzado y un año después muere.

Como decía, ésta es la historia, los hechos. Pero hay mucho más.

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Mis queridos hombres

Que tenemos que hablar de muchas cosas,

compañero del alma,

compañero…

 

Mis queridos hombres, varones de bien que en estos tiempos de ruido andáis, como canta el tango, solos, fané y descangallados; señalados, juzgados, cuestionados, vulnerables, desnortados, sin saber muy bien dónde pisar sin oír un ay; mis queridos hombres, herederos de aquellos que no cambiaron un pañal en su vida y que hoy tenéis un máster en marcas, precios y texturas; que no solo no aguardáis fumando en la sala de espera sino que pedís hacer el piel con piel mientras ella se recupera de la cesárea; que gastáis amor del mayúsculo tratando de comprender y que pasáis con humildad al segundo o tercer plano sin despeinaros más que por dentro.

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El gran miedo

miedo síndrome de down

Última hora: según la ONG Down España, casi el 100% de las mujeres embarazadas de un hijo con síndrome de down, abortan. Lamentablemente, no me sorprende. Pasado mañana, cuando tengamos implantado el test de detección prenatal del autismo –solo es un desagradable ejemplo– tardaremos poco en leer las mismas cifras. Estoy convencida de que si todavía nacen personas con autismo es porque los científicos aún no han logrado el diagnóstico prenatal. Y quien dice del autismo dice de la tendencia a la depresión. O a la cojera. O a desarrollar una enfermedad crónica que nos convierta en (¿cómo era?) parásitos del sistema. O a ser niño, si yo había pagado por una niña. Aunque esto último me parece que hace mucho que ha dejado de ser una triste distopía.

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Tres tentaciones del ama de casa (inexperta)

Tentaciones de la ama de casa

Y lo de ama de casa “inexperta” lo digo por mí. Empecé a trabajar de lo mío antes de terminar la carrera y desde entonces solo he tenido la interrupción de mis permisos por maternidad. Así que lo de empezar a dedicarme de forma casi exclusiva a la vida doméstica y familiar ha sido un reto importante para mí. Pensaba que esto era bastante sencillo, que me iba a sobrar el tiempo para tener la casa en orden, que podría cocinar más y mejor, que no me iban a faltar momentos para atender a mi familia, que tendría tiempo para leer, para hacer más colaboraciones en medios, y no sé cuántas cosas más… Creo que se me olvidaba que tengo cinco criaturas y que soy algo insensata.

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Adopciones, la larga espera

adopción

Antes de que llegara el mercadeo abominable de la subrogada, la respuesta era siempre la misma: «¿Ah, no podéis tener hijos? ¿Y por qué no adoptáis?». Adoptar. Como si fuera cosa de chasquear los dedos. Como si los miles de euros fueran tan sencillos de pagar como unas cañas y los cientos de días de espera, convertidos en años, fueran tan fáciles de sobrellevar. Adopta, te dicen. Y tú, que no sabes nada del Convenio de Adopción de La Haya, ni de procedimientos ni expedientes, sueñas con ir a buscar lejos, muy lejos, a ese hijo que en tu corazón ya es tuyo, pero que no termina de llegar.

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Me queda mes y medio para dar a luz y estoy aterrorizada

Mujer embarazada a pocas semanas de parir

Y hablemos claro: «Estoy aterrorizada» es la frase más literaria que he encontrado para no tener que escribir palabras malsonantes sobre el estado de pánico en el que me encuentro ante el evento de parir.

Qué le vamos a hacer. Tienen razón las que dicen que al segundo parto vas con más miedo que al primero, porque sabes a qué te enfrentas. Bendita ignorancia… Al menos los nueve meses que preceden al primer parto vives con miedo pero con la ilusión de que «igual no es para tanto», «igual a mí me va bien», o «igual no lo soporto tan mal, ¿no?». ¿Se siente identificada alguna por aquí? Así fue esta menda.

Y luego llegó la bofetada de realismo del primer parto. Un infierno. Lo único que tuvo de bueno es que se acabó (lo de mi preciosa hija se da por hecho, pero ahora hablamos del parto a secas). El resto fue un cúmulo de horas y desgracias (¿alguien por aquí a la que la epidural no hiciese efecto?) que lo convirtieron en una de las peores experiencias de mi vida.

Pero oigan, esto es un blog de maternidad y familia (entre otros temas, quede claro). ¿No se puede hablar en positivo también del parto?

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Compañeras de colegio: tinta indeleble

compañeras de colegio

Mantengo desde hace tiempo un grupo de whatsapp (antes la relación fue por email, y mucho antes, a través de números de teléfono guardados en viejas agendas) con mis compañeras de colegio. Todas ellas mujeres –colegio de chicas y uniforme: no conservo ningún trauma por ello, veo tantas ventajas e inconvenientes en la educación mixta como en la diferenciada– y todas ellas muy queridas. Tal y como somos. Tal como éramos. Y me siento muy afortunada por sentirlo así en estos tiempos en los que el bullying y la violencia en las aulas copan más titulares de los que debieran. Creo que la relación que se forja entre compañeros de colegio no es una relación cualquiera, ni una amistad al uso. La convivencia diaria durante años -los más importantes de la vida, sin duda- imprime carácter, hace familia, marca para siempre con tinta indeleble.

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Madre

-¿De dónde venía yo cuando me encontraste? -preguntó el niño a su madre. Ella, llorando y riendo, le respondió apretándolo contra su pecho:

-Estabas escondido en mi corazón, como un anhelo, amor mío: estabas en las muñecas de los juegos de mi infancia, y cuando, cada mañana, formaba yo la imagen de mi Dios con barro, a ti te hacía y te deshacía;

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El bicho, los abuelos y la tribu

El bicho, los abuelos y la tribu

Me van a perdonar, pero hoy vengo a hablarles del bicho. No, no me refiero a Cristiano Ronaldo –no hagamos sangre y dejémoslo para otro día– sino del parásito (un vulgar estreptococo con pintas en el lomo) que me ha tenido literalmente tumbada en cama durante todo el puente. A mí y a mis hijos, que aún seguirían con 39 de fiebre si la pediatra no hubiera decidido repetirles el streptotest que hace una semana había dado negativo. Una semana tirando de Dalsy porque ellos –por supuesto– solo tenían catarro de vías altas, que es lo que tienen todos los niños que van a la guardería mientras no se demuestre lo contrario. Así que ese era el panorama: ellos con su fiebrón y su Dalsy, yo inflándome a penicilina, y su entregado padre limitándose a sobrevivir. Hoy, por fin, tras una semana inenarrable, la pediatra ha decidido sacar los tanques y darles el antibiótico: al parecer el estreptococo no solo ya era de la familia sino que se había comprado una batamanta y se había abonado a Netflix. Esperemos que no tarde mucho en marcharse.

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