El otro día mi hijo de ocho años cogió un papel del suelo. Ponía algo así: “Nueva en el barrio. Masajes desde 20 euros. Llámame al…”. Y de fondo, una mujer semi desnuda en una postura sugerente.
-Mamá, ¿qué es esto?
-Deja eso, ¡no se cogen las cosas del suelo! –corrí a responder.
-Pero, mamá, ¿que qué es esto? -me contestó muy serio.
-¡Que nada! ¿No te he dicho mil veces que no se cogen las cosas del suelo? –entré en bucle.
Ya iba yo a arrebatarle el papelito de las manos, cuando mi marido se acercó con una tranquilidad pasmosa. “Deja, ya me ocupo yo”. Y pensé: “Perfecto, ¡todo tuyo!”. Me adelanté en el paseo con el resto de la camada y los dejé a los dos solos charlando. “A ver, hijo, ¿qué pone en ese papel?”, oí que decía mi marido, mientras yo me alejaba con los pequeños. Y ya no alcancé a escuchar nada más.