Como sabéis algunos que estáis siguiendo los acontecimientos por redes sociales, soy una de esas miles de personas atrapadas en aislamiento en Italia por el coronavirus. Todo empezó hace ya casi tres semanas, aunque a mí me parece ya una vida, sin exagerar. Mi vida y la de mi familia se “congeló” en cierto modo el pasado 21 de febrero, y de momento ahí seguimos. Colegios y guarderías cerrados hasta el 15 de abril, por lo menos, lo que supone practicamente dos meses de niños en casa. La normalidad se fue y quién sabe cuándo volverá. La cotidianidad ahora es otra completamente distinta. Vivimos los cinco juntos en casa. Mi marido trabaja en nuestro dormitorio con un escritorio improvisado con la mesa del cambiador, y yo me encargo de los niños y de la casa. Salimos a tomar aire con ellos un par de días a la semana, y yo quizás otros dos salgo a hacer recados necesarios. Eso es todo. Nuestra vida transcurre básicamente entre las cuatro paredes de nuestra casa.