Víspera de Nochebuena. Me siento ante el ordenador, en plena madrugada. Es mi único momento de paz de la jornada. Mis hijos hace un buen rato que duermen y el silencio invade –al fin– como un bálsamo, cada rincón de la casa. Siempre he sido más búho que alondra, y aunque Morfeo me tiente con sus promesas de cálidos brazos, siempre he preferido la noche para escribir, para estudiar, para trabajar, corregir exámenes, ordenar la cabeza y calmar el espíritu. Por la noche la casa se apacigua, la ciudad calla, y el silencio es tan profundo que me sumo en un estado de concentración y quietud impensables durante el día. Ahora mismo, al otro lado de la puerta entreabierta de la habitación puedo escuchar la respiración de mis hijos. Me gusta tumbarme en la cama con ellos antes de acostarlos, hablar bajito (conversaciones llenas de secretos inconfesables) y que se duerman en mi regazo. No sé si eso viene en los mejores manuales de Cómo Dormir Fierecillas, pero yo lo hago. Y su papá también. Podría decir incluso que es el momento más maravilloso del día. Y lo es, entre otras cosas, por la compañía de una indispensable banda sonora.
Joyas de mi armario y mi drama con la vuelta al cole
¡Estoy de vuelta, amiguis!
Tras un verano recolectando ideas para el blog no se me ha ocurrido mejor forma para volver que contándoos el verdadero drama que hay detrás de la «vuelta al cole»… y mucho tiene que ver, una vez más, con lo que guardamos en los armarios…
Empezamos fuerte el curso, os enseño alguna joya de mi armario y de nuestro querido Amancio Ortega.
¿Existe alguna forma mejor de superar la crisis posvacacional que echándonos unas risas juntos?
Discapacidad en tiempos del bullying
Con esto de la vuelta al cole tenía pensado escribir sobre algo muy distinto. Como dice mi amiga, compañera de blog y pedazo de mujer, Isis Barajas, rumiaba un artículo más cultureta, que por lo visto es lo mío. Pero he leído algo esta tarde que me ha tocado el corazoncito, y por aquí voy a tirar. Se trata de un artículo sobre cómo los niños con discapacidad son, habitualmente, rechazados en los juegos de recreo. No me voy a rasgar las públicas vestiduras. Antes de ser madre de un niño con síndrome de Down, he sido niña, y también adolescente. Y reconozco que, por lo general, la discapacidad, a ciertas edades, produce una mezcla entre rechazo, desagrado, compasión y miedo, producto del más absoluto desconocimiento. Una ignorancia tóxica, dañina, segregadora y en ocasiones hasta cruel. Niños que hablan mal, que andan mal, que no corren, que babean, que no saben o no pueden jugar son sistemáticamente ignorados en el patio o en el parque, o en clase (con probables, loables y lamentablemente escasas excepciones).
Nesting and recycling
¡Nuevos palabros nos invaden! ¿Hasta dónde puede llegar la inventiva del ser humano? Sólo Dios lo sabe… De momento, lo único que yo sé, es que la RAE, va a tener que llamarme para la próxima revisión del diccionario…
Aborregados y sumisos: el fracaso de la ley educativa
No es un trozo de madera
Enmudece la plaza. Con el eco de la última campanada de la medianoche resonando aún en la lejanía, como en una señal acordada, se apagan de pronto las luces de la vieja ciudad amurallada y un murmullo pidiendo silencio recorre la abigarrada multitud que se concentra alrededor de la concatedral. La puerta de la fachada principal se abre y salen cuatro cofrades con el hábito benedictino –negro y cíngulo blanco, la capucha cubriendo la cara– dos de ellos con hachones encendidos. El muñidor toca una gruesa esquila, dos veces. Vuelve a tocarla. Otra vez. La esquila se hace letanía, la multitud se aparta y abre paso, mientras la comitiva se acerca a la puerta lateral del sobrio e imponente edificio medieval. El silencio se corta con un cuchillo.
LOS CHILDFREE O LA MATRACA
Decía John Lennon que la vida es lo que pasa mientras haces planes. En realidad, con dos hijos en primer año de guardería, la vida es más bien lo que pasa entre una consulta del médico y la siguiente. Y desde luego que no es agradable, ni siquiera llevadero: es francamente agotador. Todo es agotador. Tengo hartos de lamentos a mis padres, a mis amigas y a mi entorno, considero venerables –virtudes heroicas incluidas– a las madres (y padres) de más de dos hijos y he entonado demasiadas veces el esto a mí no me lo habían contado. Pero sí, lo sabía. Claro que lo sabía.
BEETHOVEN, EUROPA Y EL PURÉ
No suelo llevarme el móvil cuando voy a cocinar. Me gusta encerrarme a solas con mis bártulos y, acaso, escuchar la radio mientras pienso qué sabroso apaño podré hacer en los próximos diez minutos con lo que tengo en la nevera. Pero el otro día sí me lo llevé. Acababa de encontrar el enlace a un evento en streaming y pensé que sería una buena música de fondo mientras hacía el puré para los niños. Se trataba, nada menos, que de la Novena Sinfonía de Beethoven en directo desde la Elbphilharmonie de Hamburgo, con Gustavo Dudamel –la batuta del momento– al frente de la Sinfónica Simón Bolívar. No era, ciertamente, la primera vez que escuchaba la Novena, y la había encontrado ya empezada, así que, mientras sonaba el apacible tercer movimiento iba yo sacando el cazo, la sartén, la tabla de cortar y mi cuchillo verdulero.
CONTRA LA PERFECCIÓN
Hace unos días nos desayunábamos con la noticia de que Islandia se ha convertido en el primer país en erradicar el Síndrome de Down. No es que hayan encontrado el modo de “silenciar” el célebre cromosoma extra ni que hayan hecho barra libre de té verde entre la comunidad downie. Ha sido mucho más simple: el 100% de los fetos diagnosticados con síndrome de Down son abortados. En Islandia, en los últimos cinco años, no ha habido un solo nacimiento de bebés con Síndrome de Down. (En España nos queda poco para alcanzar la cifra, pero últimamente andamos más ocupados en no mutilar los rabos de los perros).
Hay un librito, Contra la perfección, una pequeña joya que me dejó un día una buena amiga, escrito por el profesor Michael Sandel, catedrático de filosofía política de la Universidad de Harvard, donde nos recuerda que vivimos en un mundo que busca a toda costa la «mejora de la especie», que rediseña la naturaleza a golpe de biotecnología y que abraza el transhumanismo, la corriente que afirma el deber moral de perfeccionar las capacidades físicas y cognitivas de la especie humana, de eliminar el sufrimiento, la enfermedad, el envejecimiento y hasta la condición mortal. Buscamos erradicar los defectos, ampliar las capacidades intelectuales, borrar de la memoria los hechos traumáticos, vivir en un mundo donde la esperanza de vida rondará los 500, incluso los 1000 años. La imperfección, dicen, engendra infelicidad y el mundo, en definitiva, busca fabricar al hombre perfecto. Pero ¿quién decide qué es la perfección? ¿Dónde están los límites?
APUNTES LITERARIOS: A VUELTAS CON SAN PATRICIO
¿Sabíais que San Patricio, cuya festividad celebramos hoy, además de patrón de Irlanda, es, según la tradición, guardián del Purgatorio? Hay toda una curiosa leyenda sobre esta cuestión, de la que se hace eco la Literatura Universal. Existe un antiguo poema francés del siglo XII, L’Espurgatoire Saint Patriz (El Purgatorio de San Patricio) que no es más que una traducción del Tractatus de Purgatorio Sancti Patricii, un texto latino escrito por H. De Saltrey, un monje cisterciense inglés. El Tractatus relata el viaje del caballero irlandés Owein al santuario de San Patricio en el Lago Derg (Loch Derg), donde viaja a través del Purgatorio y el Paraíso Terrenal. Una historia que, muy probablemente, conocía el gran Dante Alighieri y que le inspiró para el gran viaje alegórico emprendido junto al poeta Virgilio en su Divina Comedia.
También el maestro Shakespeare, en su Hamlet, nos recuerda la imagen de San Patricio como guardián del Purgatorio cuando el joven Hamlet explica, ante el espectro de su padre, que su condición de alma en pena revela que algo está sin resolver…