Mis ovarios son nuestros. Y mis cesáreas, también.

Un día de bajón Dios puso en mi camino a una bella persona. Ésta me dijo: “Mira a tu alrededor y dime qué te falta”. Solo necesité tres segundos para decir: “¡¿Nada?!”. No hay más que ver lo que tenemos para olvidarnos de lo que carecemos. Y como es de bien nacidos ser agradecidos, desde entonces, trato de dar gracias (aunque a veces se me olvida) por las innumerables cosas que tengo y, por qué no, por las que faltan. Todos tenemos historias únicas e irrepetibles, increíbles y maravillosas. Y esta vez, perdonad que hable de mí, os voy a contar una parte de la nuestra, una experiencia personal y familiar que nos ha marcado. Mi marido y yo tenemos cinco hijos. Cinco preciosas y sanas criaturas que nos dan la vida (algunas veces nos la quitan). Y, para escándalo de muchos, todos ellos han nacido por cesárea.

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Lo que creemos que no les importa a los hombres

Hombres y mujeres somos diferentes, tanto que se cumple aquello de que los polos opuestos se atraen. Puede parecer que nuestras contrarias fisiologías nos separan o desunen, cuando lo cierto es que son ocasiones perfectas para crear interés y acercamiento mutuo. Las mujeres a veces creemos que nuestras cosas no les importan a los hombres (por la razón que sea), especialmente cuando son «nuestros» hombres. Hablo, por ejemplo, del famoso estado «tengo la regla». No creamos que al hombre eso le produce rechazo o  indiferencia, porque lo más seguro es que únicamente sienta un inicial desconcierto, y una consecuente disposición y atracción ante lo desconocido. Aunque es posible, dadas nuestras diferencias psicológicas, que no lo expresen o muestren como nosotras esperamos o nos gustaría. 

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Cuando los métodos naturales fallan

Quien tiene hijos pequeños sabe que son siempre directos en sus preguntas y originales en sus respuestas. Mamá, ¿de dónde vienen los niños? Cuando trataba de explicárselo a mi hija de seis años (¿ya a estas edades lo preguntan?), me cortó impaciente. Al no encontrar ningún sentido a lo que yo le trataba de explicar, su solución fue que por qué no me tragaba directamente la semilla y así todo resultaba más fácil. Os podéis imaginar la cara que se me quedó.

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La sociedad de los hijos congelados

“El embrión está claro que es vida, pero que sea humana, no lo sé”, me decía una persona. Y este breve comentario, casi al azar, me obligó a pensar… y mucho.

Cientos de parejas acuden a la reproducción asistida deseosas de realizar su sueño de ser padres. Se les dice que cuantos más embriones se obtengan mejor, para que al menos uno de ellos termine en embarazo. ¿Alguien se para a pensar qué pasa con los “sobrantes”? Todo empieza cuando nos permitimos hablar de ellos con ligereza. Hasta tal punto nos hemos anestesiado que no somos conscientes de que esos embriones son hijos de alguien, son sin duda vidas humanas (pero no debemos decirlo muy alto para no hacer sentir mal a nadie). ¿Qué nos está pasando que, sin darnos cuenta, nos hemos acostumbrado a vivir en una sociedad de hijos a la carta?

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El arte de aprender la propia fertilidad

Considero que el conocimiento de la fertilidad es un camino emocionante. Encuentro fascinante profundizar en la perfección del cuerpo humano y su diseño tan inteligente. Cuando enseño fertilidad a una mujer, trato de trasmitirle en primer lugar su relevancia (más en «Por qué deberías conocer tu fertilidad») para que después pueda decidir si quiere entrar en el proceso de conocerla, con lo que esto conlleva. Se requiere un compromiso y hacerse responsable. Con mucha más razón cuando se hace en pareja y como medio de planificación familiar.

Desconfío de las apps o cualquiera de los artilugios que prometen un control de la fertilidad sin apenas esfuerzo y disciplina. Tampoco valen las fórmulas excesivamente simples, como el típico conteo de los 14 días. La fertilidad no se aprende haciendo “la cuenta de la vieja”, un cálculo aproximado que da bastante error (muchos embarazos no esperados vienen de aquí). Estos caminos pueden ayudar con suerte, pero no son ni muy rigurosos ni muy confiables. No son más que pinceladas vagas de lo que puede ser un gran cuadro.

A pesar de todos los avances tecnológicos que existen, al final, la protagonista de tu fertilidad eres tú, mujer. La fertilidad es parte de ti, y nadie mejor que tú misma para conocerla bien. La mejor manera es usar un método de conocimiento de la fertilidad que permita entender los ciclos en todas sus variedades. Estos métodos utilizan y ordenan los tres signos o indicadores de fertilidad mayores, universales y reconocidos científicamente: la temperatura corporal basal, los cambios en el cérvix y la secreción cervical, el más grande de todos. La observación y el registro diario que requieren, no resulta tedioso ni pesado, es un hábito que se adquiere, de hecho, se tarda menos que en lavarse los dientes. Son métodos fiables y sencillos: el Método Sintotérmico usa los tres indicadores, el Método de la Temperatura usa el indicador de temperatura corporal basal, y el Método de la Ovulación Billings usa el indicador de la secreción cervical (su apariencia y la sensación que produce en la vulva). Cada uno tiene sus reglas de uso, ventajas e inconvenientes, y no a todas las mujeres les viene bien el mismo. Lo importante es que todos ellos tienen alta eficacia si se utilizan correctamente (si quieres saber más sobre los métodos y sus eficacias pincha aquí).

Como todo arte, y el conocimiento de la fertilidad puede serlo, primero hay que ser aprendiz. Es mejor que te enseñen a respetar las reglas de la pintura al óleo para no hacer un “Ecce Homo” como el de Borja. Es conveniente interiorizarlas y practicarlas bajo el monitoreo del que ya está avanzado y puede resolver dudas. El trabajo de un buen instructor en la enseñanza de la fertilidad es despertar a ese artista que se esconde detrás de cada mujer, y que al principio enfrentará baches y dudas. En la enseñanza personalizada de la fertilidad el énfasis se pone en que cada mujer es distinta, para observarse y conocerse. No necesitarás un maestro eternamente, pero sí tendrás la tranquilidad de saber a dónde acudir en caso de SOS, por si cambias de situación reproductiva y/o necesitas un recuerdo, como por ejemplo en una lactancia. O lo que sea.

El momento ideal para aprender es desde la primera menstruación. Sin embargo, nuestra cultura no ha introducido la enseñanza temprana de la fertilidad, a pesar de su importancia. Pero siempre es buen momento. No pasa nada, porque la vida fértil de una mujer dura muchos años más, hasta la menopausia, por lo que siempre se está a tiempo de empezar y prepararse bien. Si lo tienes claro, cuanto antes mejor. Y si piensas que para ti será difícil porque “tienes los ciclos irregulares” o “estoy en la premenopausia, ya es tarde”, te aseguro que no es así. Muy al contrario, estos métodos sirven para todo tipo de mujer, independientemente de las características de sus ciclos, de su etapa fértil, de si mantiene relaciones sexuales o no. La inscripción para la escuela del arte de la propia fertilidad siempre es pertinente y sus puertas están abiertas. Nadie lo hará por ti, tan bien como tú, si tú no lo haces. 

Por qué deberías conocer tu fertilidad

A mi hija mayor le llevo insistiendo mucho tiempo para que pruebe el flan casero. Para mí, un descubrimiento. Pero por más que lo intento, la textura blandengue no le convence. A la pequeña, sin embargo, le bastó un segundo para convertirse en adicta. De la misma manera, y salvando las distancias, todas las mujeres, en algún momento de su vida fértil, tienen que recibir la invitación para conocerse. Las habrá reacias y desconfiadas, pero también curiosas y, muchas veces, necesitadas. Sea quien sea quien descubra este apasionante mundo de la fertilidad estará siempre agradecida.

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Tres básicos para una vida sexual plena

¿Cuánto tiempo dedicas a preparar la maleta para un viaje largo? No puedes ir con prisa. Un viaje así no se prepara las dos horas antes de partir, porque se te pueden olvidar infinidad de cosas. Y depende a dónde vayas, si algo se te olvida, quizá puedas comprarlo allí… o no.

Para ir a Zimbabwe te informaste bien de qué vacunas ponerte, qué tipo de enfermedades podrías coger, y todo tipo de información útil para el viajero.

¿Y si ahora fueras a hacer el viaje más importante de tu vida? ¿Y si te digo que ese viaje es tu relación de pareja? ¿Cómo te prepararías? Me sigue sorprendiendo que, a día de hoy, con tantas indicaciones, estudios y consejos, no sepamos a veces prepararnos para esta gran odisea.

A pesar de que cada uno tenga su forma de preparar el equipaje, hay tres cosas que no se te pueden olvidar en esta aventura, tres básicos para vivir plenamente la sexualidad con tu marido o tu mujer: el desodorante, el cargador del móvil y una guía de viaje. 

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